Manual de grafología

Manual de grafología

von: Elisenda Lluís Rovira

De Vecchi Ediciones, 2018

ISBN: 9781683256137 , 107 Seiten

Format: ePUB

Kopierschutz: DRM

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Preis: 5,45 EUR

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Manual de grafología


 

Tercera parte
METODOLOGÍA


El análisis grafológico

El análisis grafológico o grafoanálisis es un procedimiento complejo que requiere un cierto tiempo. No basta con echar una ojeada a un escrito cualquiera para dictaminar el carácter y los posibles problemas o trastornos de su autor. Quienes consideran la grafología como un arte adivinatorio están completamente equivocados. No hay que confundir la interpretación del experto, basada en criterios firmes, siempre sometidos a revisión, con las ocurrencias que pueda expresar una persona tomando como punto de partida un escrito.

En consecuencia, el grafólogo deberá estudiar en conjunto la prueba y valorarla según unos criterios establecidos. De este modo podrá dictaminar si es positiva o negativa y si muestra indicios de energía vital y libido.

Acto seguido, intentará adscribir la muestra en función del orden, la forma y el tamaño de las letras y determinará el género gráfico al que pertenece. Además, pondrá especial atención a la dirección e inclinación de las palabras, medirá el grado de presión y su velocidad, y observará el grado de continuidad en las mismas.

En tercer lugar, confrontará sus observaciones con las distintas tipologías para establecer el temperamento predominante del autor y establecer si tiende hacia la introversión o hacia la extroversión y cuál es su capacidad de reacción ante los estímulos que recibe.

Por último, el grafólogo deberá estudiar la relación que guarda el texto con la hoja de papel, las características de la firma y observar letras reflejas.

Todos estos pasos deben seguirse escrupulosamente, ya que cada uno de ellos permite vislumbrar un aspecto diferente de la personalidad del autor. Si se sigue el procedimiento por este orden, podrá apreciarse cómo su carácter se irá definiendo poco a poco y aquellas partes más recónditas salen a la luz.

Requisitos previos

La base de todo análisis grafológico es un manuscrito reciente cuya extensión puede ser variable (no es preciso que sea demasiado largo).

Lo mejor es que haya sido redactado de manera espontánea, pues de lo contrario la persona puede inhibirse y crear de manera intencionada una muestra que falsee su carácter. Además, es preciso advertir a quienes vayan a facilitar el escrito que este sea lo más corriente posible, sin una caligrafía muy elaborada o ilegible por completo, a menos que su autor suela hacerla habitualmente.

A la hora de practicar, más de un grafólogo en ciernes puede verse tentado de emplear sus propios escritos. Puede hacerse, pero ni el análisis ni los resultados deberán tenerse en cuenta hasta que haya adquirido una notable experiencia. También puede trabajar con los de amigos, familiares o conocidos y contrastar sus deducciones con ellos, pero es preciso tener presente que el examen será mucho menos objetivo que si lo realizase con muestras de autores desconocidos.

La muestra deberá estar escrita sobre una hoja de papel blanco sin pautar —pues de esta manera podrá evaluarse el grado de inclinación de las líneas— y, a ser posible, con una pluma estilográfica o un bolígrafo antes que con un lápiz, ya que la presión se aprecia mejor. Las fotocopias no valen, ya que en caso de recurrirse a ella, muchos aspectos importantes pasarán desapercibidos, como, por ejemplo, el útil empleado (rotulador, pluma o bolígrafo de punta gruesa o fina) y el color (rojo, negro, azul) que suele escogerse a tal efecto.

El lápiz no es el mejor utensilio para redactar una muestra grafológica: son más adecuados el bolígrafo y la pluma estilográfica

También es importante conocer de antemano los datos personales del autor: su nombre, su sexo y su edad, porque de este modo podrá partirse con un cierto conocimiento de causa y se evitarán conclusiones equivocadas o sin fundamento. Todo grafólogo debe tener en cuenta que la escritura, en principio, es asexuada, a pesar de que las mujeres suelen tener una escritura más redondeada y los hombres más angulosa. Sin embargo, estas características son muy poco reveladoras de lo que siente una persona. A la hora de realizar el análisis, el experto no puede dejarse llevar por prejuicios y concepciones tan superficiales, ya que acabaría por invalidar todas sus conclusiones. Es más: después de conocer el nombre del autor o autora del escrito, no será de recibo dirigir el examen en función de su sexo, pues la argumentación acabaría por convertirse en una repetición de los tópicos acerca de la feminidad o de la masculinidad que circulan en nuestra sociedad. Hay que tener en cuenta que en la actualidad tanto los hombres como las mujeres tienden a potenciar ciertas características que podrían considerarse andróginas. Por todo ello, no se puede adscribir al autor del escrito a una imagen abstracta de hombre o mujer y mucho menos intentar averiguar cuál es su orientación sexual.

Por lo que respecta a la edad, tal vez su caligrafía pueda dar alguna orientación, aunque es prácticamente imposible adivinarla con exactitud, ya que la armonía del trazo no depende tanto de la madurez física o mental cuanto de la pericia a la hora de tomar la pluma estilográfica o el bolígrafo. Un mal aprendizaje puede ser el causante de una letra irregular. Si además el autor sufre de algún trastorno psicológico o bien su temperamento no ha sido correctamente canalizado, su escritura sufrirá algún tipo de alteración.

Por otra parte, tampoco puede conocerse a partir de una muestra escrita si el autor pertenece a un grupo étnico determinado, aunque en algunos casos puede intuirse la nacionalidad o la edad según el tipo de caligrafía al que recurra. Hasta hace unos años, en muchos países occidentales se imponía un determinado modo de escribir y no es extraño ver cómo los escritos de nuestros abuelos presentan unas ciertas similitudes formales. Sin embargo, que una persona recurra a un estilo caligráfico determinado no es demasiado relevante: la personalidad no aflorará a través de unos rasgos fijados de antemano, sino a través de las variaciones que el autor haya realizado y que aparecerán siempre que escriba, sea cual fuere el estilo que adopte.

En aquellos casos en que el examen forme parte de un proceso de selección de personal, sería preciso conocer, además, otros datos, como sus estudios y profesión y el tipo de categoría laboral a la que aspira el candidato. Si además tuviese algún defecto físico o enfermedad importante sería también interesante reseñarlo, ya que muchas veces la caligrafía se ve notablemente alterada en estos casos.

También es importante saber si la persona es diestra o zurda, pues la preferencia lateral izquierda de los zurdos puede provocar gestos gráficos especiales que confundan al experto y le lleven a conclusiones erróneas.

También cabe resaltar que en el manuscrito que se debe analizar ha de figurar la firma del autor, ya que es un elemento muy importante, por no decir la clave, del análisis grafológico.

En cuanto a la longitud del manuscrito, en general bastará con unas diez líneas y la firma.

Para llevar a cabo el trabajo, no se requiere un equipo demasiado sofisticado; con una regla y una lupa de aumento puede realizarse un estudio sin ningún tipo de complicaciones.

La lupa es muy útil para el análisis grafológico

La importancia de la primera impresión

Una vez se tiene delante el escrito que debe analizarse, y antes de comenzar por un estudio pormenorizado de cada uno de sus rasgos, habrá que observarlo detenidamente y anotar la primera impresión que se obtiene al verlo en conjunto. De este modo podrá establecerse si es armónico o confuso, si posee viveza o es monótono, si el tipo de escritura es muy personal o se inspira en algún estilo caligráfico, etc. Incluso puede anotarse si agrada o desagrada, no en función de unos criterios estéticos, sino del ánimo. Muchas veces la primera impresión, si se sabe interpretar, permite desarrollar el estudio con mayor seguridad.

El primer vistazo, pues, debe ser lo suficientemente atento como para captar la esencia del escrito, no a partir de su contenido, sino de su melodía y ritmo de conjunto, como si se tratase de una sinfonía. Es muy importante resistirse a la lectura del texto y centrarse sólo en sus gestos y su formas. La escritura, en ese primer momento, debe ser indescifrable. Lo importante es la materia, el trazo continuo o discontinuo: la huella del gesto. El grafoanálisis, en cierto modo, puede considerarse un estudio de la mímica y la expresión de una persona más allá de sus palabras. Alguien puede decir: «Me siento muy bien» y captar en su tono de voz crispado y su expresión facial tensa una contradicción con el mensaje verbal, que no es sincero.

La grafología intenta conseguir lo mismo, pero estudiando las marcas que han dejado esos gestos, en un intento de obtener una interpretación unitaria de rasgos aparentemente contradictorios e inconexos.

Esta primera valoración de un texto manuscrito, en resumidas cuentas, equivale a la primera impresión que se obtiene tras un encuentro o entrevista personal. No obstante, aunque por todos es sabido que esta impresión es la que condiciona la consideración que se tiene de una persona, en el análisis grafológico no debe ser determinante; por ello debe pasarse inmediatamente al estudio pormenorizado de los detalles más significativos.

Positividad...