Monjes hispanos en la Alta Edad Media - Breve historia del monacato medieval en la península Ibérica (siglos VIII-XII)

von: Isabel Ilzarbe

Punto de Vista, 2018

ISBN: 9788416876280 , 142 Seiten

Format: ePUB

Kopierschutz: frei

Windows PC,Mac OSX geeignet für alle DRM-fähigen eReader Apple iPad, Android Tablet PC's Apple iPod touch, iPhone und Android Smartphones

Preis: 7,99 EUR

Mehr zum Inhalt

Monjes hispanos en la Alta Edad Media - Breve historia del monacato medieval en la península Ibérica (siglos VIII-XII)


 

INTRODUCCIÓN

Existen en el ideario colectivo algunas imágenes muy arraigadas sobre el mundo medieval. Es común que cuando pensamos en aquella sociedad nos venga a la mente la clásica división trifuncional, relacionada con el sistema feudal. Este modelo se basa en la existencia de tres órdenes: milites —los que guerrean—, laboratores —los que trabajan la tierra— y oratores —los que rezan—. El estamento de los oratores era el responsable de la oración en favor de los otros dos, además de ostentar la exclusividad de la realización del culto divino. Podría parecer que, debido a las funciones que tenían asignadas, se mantuvieron al margen del ejercicio del poder señorial. Pero nada más alejado de la realidad: la Iglesia formó parte desde el principio de los esquemas de dominación y dependencia propios de este tipo de sociedades.

Uno de los más claros ejemplos del poder eclesiástico-señorial, especialmente en el ámbito rural, es el de los monasterios. Estos, a través de diversas formas de adquisición, lograron hacerse con la propiedad de extensiones de tierras más o menos amplias que conllevaban unos derechos sobre el aprovechamiento de recursos y, por tanto, terminaron creando vínculos de dependencia con los campesinos que vivían y trabajaban en ellas. Y todo esto a pesar de que el monacato, al menos teóricamente, debía suponer un alejamiento del mundo, de la sociedad y de los peligros para el alma que en ella se escondían.

Al aceptar esta realidad sobre los cenobios medievales nos asaltan varias cuestiones. ¿Cuáles fueron los motivos que llevaron a las comunidades monásticas a romper el aislamiento voluntario que las caracterizaba? ¿Cómo ejercieron el poder sobre las tierras y los hombres que se encontraban en sus dominios? ¿Cuál fue el proceso que llevó a los monasterios a convertirse en centros de poder? Y por supuesto, ¿cómo afectaron a este proceso las distintas reformas llevadas a cabo en el seno del monacato?

Existe una abundante bibliografía en torno a estas cuestiones. Una consulta sencilla al respecto demuestra que el tema planteado ha tenido un gran recorrido historiográfico, a través de distintos puntos de vista, siempre relacionados con la forma de «hacer historia» imperante en el ámbito académico. Los estudios monásticos han conocido por tanto un extenso desarrollo, especialmente en lo que respecta a aquellos trabajos que se han centrado en la realidad material de los dominios monasteriales. Después de este gran desarrollo, en los últimos años se aprecia tal descenso del interés de los historiadores hacia este tema que podríamos pensar que ya ha sido trabajado hasta sus últimas posibilidades.

¿Por qué traer de nuevo este asunto a colación si, en apariencia, poco más se puede decir sobre él? La respuesta está en una idea que ya en diciembre de 2013 motivó la decisión de abordar la cuestión en mi trabajo de fin de grado, Los señoríos monásticos castellanos, embrión del que nace la obra que el lector tiene en las manos en este momento: un monasterio, en tanto que centro de poder señorial, es una realidad poliédrica, que evidentemente se desarrolla históricamente en relación con las circunstancias en las que se encuadra. Es, por tanto, un conjunto de aspectos que engloba tanto aquellos que se relacionan con su organización interna como los que se desprenden de sus relaciones con agentes sociales, económicos y políticos externos. Podemos encontrar numerosos trabajos de una calidad incuestionable en los que se aborda el tema, en muchas ocasiones tomando como punto de partida un monasterio concreto. También contamos con obras sintéticas sobre la historia del monacato cristiano, que a menudo se han centrado en el aspecto espiritual y ritual de su desarrollo histórico o en la vida cotidiana dentro de los cenobios medievales. Sin embargo, existen grandes dificultades a la hora de encontrar obras generales en las que se intente abordar la realidad de los monasterios medievales en su conjunto. Este es un problema muy grave para quien pretende introducirse en un tema tan complejo sin poseer unos conocimientos previos muy específicos. He de reconocer en este momento que, cuando traté de abordarlo por primera vez, sentí que el asunto me superaba.

La motivación de este trabajo, en consecuencia, es muy clara: se plantea como una toma de contacto que sirva al lector para iniciarse en el tema. Se trata además, al igual que en el trabajo de fin de grado al que aludía antes, de una revisión de lo que ya sabemos que pueda catapultarnos hacia todas las cuestiones que aún no hemos podido responder, como por ejemplo cuál es la política de dependencias monacales y el juego de vínculos externos, cuáles son los espacios de sociabilidad, cómo se define el ámbito del ritual y las ceremonias, cómo son los días y las horas en el interior del monasterio, cuál fue la formación de los monjes, cómo esperaban la muerte o cuál era el espacio imaginario de la comunidad y qué querían que conociese la sociedad que les rodeaba.

Estas y otras preguntas precisan de un estudio más profundo del que corresponde a las características de este trabajo y, por ello, su análisis tendrá que esperar. El objetivo de esta exposición es, en resumen, sintetizar la documentación disponible manteniendo una visión general en torno a los señoríos monásticos castellanos que sirva como punto de partida para futuros estudios en los que ahondar en las nuevas cuestiones que pueden surgir en torno al tema.

Para alcanzar los objetivos propuestos, se ha ordenado la información pertinente en dos partes. La primera trata aquellos aspectos que se pueden considerar claves en la definición del objeto de estudio: los elementos y las bases del poder señorial ejercido por los monasterios como elementos de organización social. Actúa por tanto como una base teórica sobre la que asentar la segunda parte de la exposición, en la que se establece una cronología para situar la evolución histórica de los centros monásticos, tanto en el ámbito interno (observancia, fábrica conventual, etc.) como externo (relaciones con el resto de elementos de la sociedad).

Antecedentes: la evolución de los estudios monásticos hispanos

Mucho se ha escrito en torno a los monasterios hispanos medievales y sus señoríos, y el conjunto de esos trabajos es lo que conocemos como «estudios monásticos». Y como toda obra historiográfica debe dedicar un apartado a conocer cuáles fueron sus antecedentes, resulta oportuno llevar a cabo un breve repaso por la evolución de los estudios monásticos. Para ello, en primer lugar debemos señalar que, aunque no podemos hablar de escuelas historiográficas concretas en este sentido, sí distinguimos una evolución marcada por las tendencias historiográficas imperantes en cada momento. Así, siguiendo el camino trazado por Romero Fernández-Pacheco (1987), reconocemos la existencia de tres grandes momentos en el recorrido de los estudios monásticos desde finales del siglo XIX hasta nuestros días. A grandes rasgos, estos tres grandes momentos son: la edición de fuentes, la historiografía tradicionalista y la renovación de los estudios monásticos.

Una primera línea de actuación, que ha conocido un amplio desarrollo, es la de la edición de fuentes monásticas. Se trata de un conjunto de obras cuyo objetivo es recoger y exponer, con criterios íntimamente ligados a la diplomacia y la paleografía, los distintos instrumentos documentales disponibles. A nivel académico, esta tendencia se manifiesta, en general, en los amplios apéndices documentales que acompañaban necesariamente las tesis doctorales realizadas en cualquiera de las universidades españolas.

Dentro de esta primera corriente podemos señalar, a modo de ejemplo, a varios autores: Sánchez Balda y su edición del cartulario de Santo Toribio de Liébana, Lacarra con la colección diplomática del monasterio de Irache o Agustín y Antonio Ubieto Arteta con las ediciones de los cartularios de Santo Domingo de la Calzada y San Millán de la Cogolla. Los índices documentales realizados por Vignau para el monasterio de Sahagún, o de Cortázar Serantes para el de Valvanera, también quedarían encuadrados dentro de esta primera corriente.

Casi de forma paralela, se desarrolló un tipo de estudios históricos que, determinado por su carácter tradicional, perdurará hasta los años sesenta del siglo pasado. Estrechamente relacionada con el positivismo histórico, esta corriente se caracterizaba por que sus autores se centraron en el monasterio como sujeto de estudio, desechando cualquier posible influencia de la historia total de la escuela de los Annales o del materialismo histórico. Su principal preocupación fue, por tanto, la descripción formal de la trayectoria histórica de los cenobios. En este marco encuadramos los estudios de Fita sobre Santa María la Real de Nájera (Santa María la Real de Nájera. Estudio crítico, 1895) o de Agapito y Revilla sobre Las Huelgas (El Real Monasterio de las Huelgas de Burgos. Apuntes para su estudio crítico, 1903).

Esta segunda tendencia conoció también la elaboración de estudios de síntesis general para un marco geográfico más amplio que el dominio de un monasterio concreto. Por ejemplo, el tan cuestionado Pérez de Úrbel trató de evidenciar el importante papel de los monjes y los monasterios en la vida española medieval (El monasterio en la vida española en la Edad Media, 1942; Los monasterios...