Fama - Una historia del rumor

von: Hans-Joachim Neubauer

Ediciones Siruela, 2013

ISBN: 9788415803492 , 288 Seiten

Format: ePUB

Kopierschutz: Wasserzeichen

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Preis: 8,99 EUR

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Fama - Una historia del rumor


 

Introducción

Una soleada mañana de martes, en septiembre del año 2001, las torres del World Trade Center de Nueva York se desploman anunciando la llegada de Fama. Los rumores, conjeturas y teorías conspiratorias comienzan a circular por Internet dando lugar a historias de terror y salvajes especulaciones. Mucho de lo que entonces se daba por falso o se tenía por cierto ha cambiado de signo, haciéndose cada vez más difícil determinar con exactitud, en la vorágine de datos, de quién procede cada información. El 11-S inaugura un nuevo capítulo en la larga historia cultural de Fama, la antigua divinidad del habla. Los rumores han cautivado a los hombres desde siempre, desde siempre les ha enfrentado la cuestión de qué es verdadero o falso, de qué es lo que «la gente» dice. Ya se propaguen de la periferia al centro o en sentido inverso, los rumores provocan pánico, purgas, miedo a la guerra o delirios de victoria, y al hacerlo crean historia. Este libro muestra de qué modo responde la historia, por su parte, a la voz del rumor.

En las páginas que siguen expongo algunas de las imágenes y prácticas relacionadas con el rumor que han ido surgiendo bajo diferentes circunstancias históricas y culturales. Los rumores no están «sencillamente ahí», son figuras complejas que interpretan la historia de la que proceden y en la que influyen. Como sus hermanos «noticia» y «chisme», aparecen en todos los canales informativos: en la palabra hablada, en la prensa, radio, televisión e Internet. El hecho de que sean «verdaderos» o «falsos» no es tan importante como el que tengan actualidad y demuestren su entidad de auténticos rumores, de noticias que carecen de un emisor identificable. Su medio primario y genuino es la habladuría. Mediante fórmulas del tipo «se comenta», «la gente dice» o «se rumorea», Fama se abre paso hasta los oídos y los corazones de las personas.

La historia cultural del rumor sigue siendo en gran medida desconocida pese a los sugerentes aunque escasos intentos de estudiarla desde una perspectiva científica. El rastro dejado por el «reino de la habladuría» contiene no pocas señales extrañas y enigmáticas; seguir ese rastro implica emprender una tarea llena de riesgos y dificultades. No hay época que pueda conocerse de forma exhaustiva ni teoría que sea válida para transitar cualquier terreno. Aunque los rumores han aparecido en todos los tiempos y lugares imaginables, no existe el relato universal que los abarque a todos. En ese sentido, Fama es sólo una historia cultural entre muchas posibles. «Toda historia es una elección», dice Lucien Febvre1; y la búsqueda del sentido de los rumores debe decantarse también por determinadas cuestiones. Este libro aborda algunas de ellas. Habrá lectores que se sorprendan de no encontrar en él a Cagliostro, Aretino u otros virtuosos de la fama y sí en cambio a figuras como el esclavo Clemente, el teórico de la murmuración Francis Bacon o Matt Drudge, el hombre de Internet. La selección se deriva de lo que Stechlin denomina la «formación panóptica» del autor, pero además es consecuente con la propia disposición del libro. Muestra, a partir de ciertos ejemplos, las distintas dimensiones de un aspecto hasta ahora poco estudiado de la historia; y, como sucede siempre en la historiografía, sólo las preguntas son susceptibles de ser trasladadas a otros momentos y lugares, no así las respuestas.

La interpretación de la habladuría y el rumor debe necesariamente ir precedida por el conocimiento de su contexto histórico. Los rumores constituyen acontecimientos, relaciones «entre un suceso dado y un determinado sistema simbólico»2. No es posible entenderlos si no es teniendo en cuenta que suelen formar parte de una literatura invisible sujeta a un continuo estado de transformación3. Fama trata sobre las imágenes que las distintas épocas y culturas han aportado de ese fenómeno, sobre las prácticas sociales con las que se ha conjurado, combatido, estudiado o producido. Lejos de apuntar con ello a la tan cuestionada «retoricidad de la historia», el libro quiere ser una aportación a la historia del habla y la habladuría.

Los rumores sólo existen como acontecimientos colectivos y efímeros desde el momento en que son comunicables. Toda poética e historia cultural del rumor encierra por lo tanto una inevitable contradicción: el mensaje oral transmitido está siempre ligado a la actualidad y a la palabra dicha, por lo que el relato incontrolado perdura sólo en aquello en que no es idéntico a sí mismo: en los textos y testimonios escritos o de otra clase. De ahí se deriva la particular relación que mantiene la figura conceptual del «rumor» con el contexto del que procede.

Los rumores son paradójicos, crean la esfera de lo público al tiempo que la representan. Mencionarlos supone apelar a la noticia y a su medio de transmisión, al mensaje y al mensajero. Mi noción del rumor parte de esta realidad y alude en primer lugar a todo aquello que ha recibido tal denominación, entendiendo el rumor como una convención histórica modificable que puede aludir a distintos fenómenos. Al mismo tiempo, el «rumor» es la información actual que un grupo hace circular a través del medio de la habladuría o formas afines de comunicación. Lo que todos dicen no es aún un rumor, sí en cambio lo que se dice que todos dicen. Los rumores son citas o variantes de citas que presentan una importante omisión: no llegan a determinar la identidad de aquel a quien se cita, nadie sabe quién habla a través de ellos.

Esta concepción dual permite describir los rumores en su complejidad histórica, como habla social y al mismo tiempo como las reflexiones que esa habla produce en forma de textos e imágenes. Los rumores se reflejan en disquisiciones psicológicas y sociológicas, en anécdotas, biografías, dramas, epopeyas, relatos, películas, fórmulas, cuadernos de investigación, cuestionarios, poemas, libros de historia, iconologías, páginas de Internet, memorias de guerra, panfletos, informes policiales, memorandos de propaganda, novelas, estadísticas, estatuas, vestuarios teatrales, diccionarios, artículos de prensa y otros documentos del arte, de los medios de comunicación y de la vida cotidiana. Cualquiera puede relacionarse con el rumor, ya sea como su objeto, su destinatario o su difusor.

La foto de Fama en Internet: el turista

del World Trade Center se convirtió en su momento

en una de las falsificaciones más célebres.

Las dificultades para concretar conceptualmente el rumor se hacen patentes en la existencia de diversos malentendidos. Los rumores no son necesariamente falsos, de hecho carecen de una definición lógica referida a su enunciado, aunque puedan desde luego separarse en «verdaderos» y «falsos». Los rumores no forman tampoco el conjunto más amplio al que pertenece el chisme. El chisme es definible tanto en su forma como en su contenido, se basa en la proximidad calculada entre el chismoso y el que es objeto del chisme, quienes pueden además intercambiar sus papeles. Es la «forma social de la in–discreción»4 y puede adoptar también la apariencia del rumor, como sucede en su vertiente profesional, el mobbing.

Los rumores no son tampoco mentiras. Es cierto que pueden llegar a ser utilizados si se dan el conocimiento y las circunstancias para ello. Lo habitual sin embargo es que la motivación de los implicados desempeñe sólo un papel secundario, dado que la habladuría carece de un sujeto individual5. La persona que oye un rumor y lo transmite se añade a la secuencia de «gente» que conforma el «se», el agente del habla colectiva.

Con frecuencia, un rumor parte de un prejuicio y sus víctimas se convierten en cabezas de turco. Pero el prejuicio por sí solo no es un acontecimiento, sino que forma parte de un sistema cognitivo. Los rumores, en cambio, poseen siempre una cierta actualidad que les permite expresar o potenciar determinados prejuicios latentes sin identificarse con ellos.

El rumor no es tampoco un medio de comunicación, como se ha sostenido en ocasiones6. A diferencia de lo que sucede con los medios de comunicación modernos, el rumor demanda la presencia simultánea de al menos dos participantes (lo que no excluye que pueda servirse también de tales medios). El rumor expresa el éxito de un relato y es al mismo tiempo el factor que propicia dicho éxito y su señal distintiva. La estructura formada por el giro introductorio y el consecuente enunciado que se formula en discurso indirecto remite a lo que «la gente» dice. Es, pues, habla mediatizada, dependiente, cita de una cita. De ahí que los desmentidos tengan escasas esperanzas de éxito en el rumor; difícilmente podrán rebatir su oración principal («la gente dice»). El contenido del mensaje («que el presidente de Estados Unidos tiene un affaire») permanece inmune al desmentido porque la lógica que rige la enunciación de la frase completa no se ve afectada por él. No es fácil apresar un rumor, pasa de una mano a otra como la patata caliente con la que nadie quiere quemarse. Todo rumor trata a su vez sobre un rumor, es por lo tanto en su esencia una figura retórica, una forma de enunciación. En ello radica su componente siniestro: el relato que transmite encuentra en sí mismo la fundamentación para hablar de los demás. Los rumores son sugerentes y plausibles y además, y en ello se parecen al chisme, tienen poder. Con frecuencia influyen más en el comportamiento y...