Breve historia de Simón Bolívar

von: Roberto Barletta Villarán

Nowtilus - Tombooktu, 2011

ISBN: 9788499672434 , 288 Seiten

Format: ePUB

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Preis: 7,99 EUR

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Breve historia de Simón Bolívar


 

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La forja de un libertador

LOS BOLÍVAR: HISTORIA Y RAÍCES

Esteban Palacios firma la carta, luego la relee con detenimiento y espolvorea secante sobre la tinta fresca. La misiva tiene el cometido de informar a su padre, don Feliciano Palacios, sobre el avance detallado de sus gestiones ante la Corte de Madrid. Esteban ha recibido un encargo de larga data, incluso su presencia en la metrópoli española se había justificado por aquella solicitud en beneficio de sus dos sobrinos, los dos hijos varones de Concepción Palacios y de Juan Vicente de Bolívar y Ponte.

El encargo dado a Esteban nacía de un deseo imperecedero de los Bolívar: realizar las gestiones para obtener para los niños Bolívar los títulos de nobleza que enaltecieran su apellido. Para el primogénito de los Bolívar, Juan Vicente, como su padre, se estaba gestionando el marquesado de San Luis y para el pequeño Simón se esperaba tener el título de conde de Casa Palacios. Lo que jamás hubiera imaginado Esteban Palacios era que estaba tramitando un título de conde de la más rancia monarquía a quien sería el libertador de medio continente americano y el autor de una de las guerras más cruentas que haya conocido la historia.


A la izquierda, la casa natal de Simón Bolívar, el que sería el Libertador, en Caracas. A la derecha, el Museo Bolivariano.

Desde 1737, Juan de Bolívar –abuelo de quien sería el Libertador Simón Bolívar– había decidido obtener títulos de nobleza para su familia. Los Borbones habían puesto a la venta privilegios nobiliarios que permitirían a los españoles americanos incrementar su estatus social y su posición en las colonias. Para acceder a ellos, Juan de Bolívar depositó 22.000 doblones de oro en las arcas de los frailes de San Benito, orden beneficiaria del marquesado de San Luis. Pero ahora, ya en 1792, el trámite ha resultado intrincado y penoso, el abuelo y el padre de Simón han muerto sin ver título nobiliario alguno y Esteban Palacios tiene a su cargo aquel trámite endemoniado que exige, además de los doblones pagados para la gracia real, acreditar una pureza de sangre que sus sobrinos no tienen: y es que en la sangre y abolengo hispanos de los Bolívar había sangre negra cruzada, sangre que debía ocultarse, que debía disimularse.

Los Bolívar habían ocupado cargos de importancia desde su llegada al Nuevo Mundo. En la península, en el lejano siglo XIII, la familia feudal de los Bolívar defendió con tenacidad sus derechos ante las pretensiones de la realeza castellana. Al final, en el año de 1470, los ejércitos reales redujeron a los feudatarios rebeldes de Vizcaya y la torre señorial de los Bolívar fue desmantelada y menoscabado su poder. Uno de los descendientes de esta orgullosa estirpe localista decide emanciparse y viaja a la recién conquistada América. Este viajero lleva el mismo nombre de su famoso descendiente: Simón Bolívar llamado el Viejo, que llega primero a Santo Domingo entre 1550 y 1560, para llegar luego a Santiago de León de Caracas, provincia de Venezuela.

Desde su llegada, Bolívar el Viejo se hace notar por su ascendencia sobre los demás colonos, se gana la confianza de los caraqueños y pronto se le envía a España para llevar peticiones a favor de las colonias americanas. En esas circunstancias, Bolívar el Viejo aprovecha para obtener el permiso de importar varias toneladas de esclavos al año y para solicitar información sobre el linaje de su familia. Entonces, en julio de 1574, Bolívar recibe la respuesta esperada: su sangre es noble, y desde entonces luce con el orgullo de su estirpe vasca el apelativo de rigor. Ahora se haría llamar Simón de Bolívar.

En 1593, su hijo, otro que llevó orgulloso el nombre de Simón, recibió la encomienda de los indios de Quiriquire en el valle de San Mateo y ahí se fundó la hacienda que sería el lugar preferido de la familia hasta el siglo XVIII. Pero para ese siglo los Bolívar ya habrán nutrido su sangre vasca con las sangres oriundas o florecidas en el Nuevo Mundo.

Todo comenzó con Josefa Marín de Narváez, bisabuela del Libertador, quien había sido la hija natural de un tal Francisco Marín de Narváez y una mujer de quien casi no se tiene referencia, sólo que era una «doncella principal» -como así la nombra el propio Marín-, pero cuyo nombre calla «por decencia». ¿Cómo la hija de esta relación, y en aquel siglo, entró a formar parte de una familia tan notable como la de los Bolívar?

En 1663, Francisco Marín compró a la Corona las minas de Cocorote y el señorío de Aroa, lo cual le generó una notable fortuna. En 1668 nació Josefa y cinco años más tarde, al morir Francisco Marín en Madrid, legó todos sus bienes a la pequeña. Los sucesos se dieron entonces como consecuencia de la riqueza heredada inesperadamente por Josefa. Según el testamento dejado por Marín, su hermana se haría cargo de la tutela de Josefa, sin embargo, el alcalde ordinario entregó la niña a Pedro Jaspe, alguacil mayor de la Inquisición y alcalde de Caracas. Apenas cumplidos los trece años, Pedro Jaspe rápidamente casó a Josefa con su sobrino, un tal Pedro Ponte.

Ponte declara sinceramente en su testamento que cuando contrajo matrimonio con Josefa no tenía «caudal ni bienes algunos», y describió a continuación las varias haciendas, múltiples esclavos y casas aportados por su acaudalada mujer al matrimonio.

Pedro Ponte y Josefa Marín fueron los padres de María Petronila de Ponte y Marín de Narváez, quien sería la esposa de Juan de Bolívar. Esta unión fue el origen indudable de buena parte de la fortuna familiar de los Bolívar, pero también del aspecto mestizo y mulato del Libertador, aspecto que daría lugar a que más de uno lo tratara de «zambo». Juan de Bolívar, quien había soñado y pagado por títulos nobiliarios para su estirpe, había sembrado con su matrimonio el mayor obstáculo para lograrlos.

El padre del Libertador, don Juan Vicente de Bolívar y Ponte, nació en la Victoria el 15 de octubre de 1726, y murió el 19 de enero de 1786. El retrato perteneció a don Gabriel Camacho Clemente.

La familia Bolívar era pues paradigma de españoles americanos: celosos de las tradiciones hispanas, leales al rey y a la fe católica, aristócratas, enormemente ricos y blancos hasta donde las circunstancias de vivir en las colonias lo habían permitido. De dicha casa y heredad, de donde sólo podía esperarse lealtad al rey, nacería paradójicamente quien sería la cabeza de la rebelión de las colonias americanas.

Juan Vicente de Bolívar y Ponte, nacido en 1726 y futuro padre del Libertador, vivía en Caracas, en la casa heredada de doña Josefa. Era un hombre de buen talante, de facciones suaves y profundos ojos oscuros. La fortuna heredada de los Bolívar y los Ponte le dieron una vida amplia y disipada. A los veintiún años fue elegido diputado caraqueño en España y se pasó cinco años en la Corte madrileña. A su regreso a Venezuela, fue gobernador, juez, comandante de la Compañía de Volantes del río del Yaracuy, coronel del batallón de Milicias de Voluntarios Blancos de los Valles de Aragua y oficial de la Compañía de Nobles Aventureros.

Pero Juan Vicente de Bolívar fue también un hombre de su tiempo, época en la cual los españoles americanos veían a la Corona cada vez más lejana de sus propios intereses. Juan Vicente y los nobles de Caracas protestaron entonces contra los ultrajes que decían recibir del intendente y su repulsa iba incluso contra «todo pícaro godo», y añadían que el procónsul español «sigue tratando a los americanos, no importa de qué estirpe, rango o circunstancias, como si fuesen unos esclavos viles».

Entre los aristócratas venezolanos había un resentimiento con la Corona, animado por el desconocimiento hacia su clase y privilegios, así como por todo aquello que consideraban como mal gobierno. Desde una visión actual podríamos llamarlos reformistas que se quejaban por «el lamentable estado de esta provincia», pero que proclamaban la prudencia y evitar inconcebibles excesos como los de Túpac Amaru en el Cuzco o los de José Antonio Galán en Santa Fe.

Retrato de María de la Concepción Palacios de Aguirre y Ariztía-Sojo y Blanco (1758-1792), madre de Simón Bolívar, que recibió una educación esmerada y al quedar viuda se hizo cargo de la administración de los bienes...