Breve Historia de los Aztecas

von: Marco Antonio Cervera Obregón

Nowtilus - Tombooktu, 2010

ISBN: 9788497635530 , 304 Seiten

Format: ePUB

Kopierschutz: Wasserzeichen

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Preis: 8,99 EUR

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Breve Historia de los Aztecas


 

 

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MESOAMÉRICA

Corre el año 1250 a.C. y los pobladores de una pequeña aldea han comenzado los preparativos para enterrar a uno de los miembros más viejos de la familia, uno de los personajes más importantes dentro de las cinco chozas que conforman la aldea. Habitaba la choza más grande, construida de bajareque y lodo, y debido a la época de lluvias (generalmente a mediados de año) la han colocado sobre una rampa, también de lodo y piedras, para evitar las inundaciones.

Desde días antes, la vida en esta familia pasa como en cualquier otra, las mujeres dedicadas a criar a los niños, preparando los alimentos y elaborando recipientes cerámicos de colores negro, blanco y café con adornos en color rojo. En ocasiones también se dedican a producir su ropa y la de su familia, elaborándola con fibras de una planta que es común en su zona, el maguey. Ellas simplemente utilizan faldas que enredan desde su cintura, y trenzan sus cabellos con lienzos de tela que les permiten lucir bien para sus maridos y no les entorpecen en la realización de las tareas del hogar, ya que sus cabellos son muy largos.

Los hombres, que visten pequeños lienzos de tela que prácticamente solo cubren el sexo, salen desde muy temprano a la zona lacustre cercana a sus casas para dedicarse a atrapar pequeños peces e insectos. Acompañados de sus hijos, les enseñan a utilizar algunas de sus herramientas de trabajo como hondas y lanza dardos para poder, de vez en vez, cazar algunos patos para la comida o la cena.

Sin embargo, la muerte de un familiar les demanda iniciar un ceremonial. El representante religioso de la aldea, un chamán, preside los actos. Se abre un hueco bastante profundo dentro del suelo de la casa, entre varios se apoyan para sujetar el cuerpo del fallecido y lo depositan en esta oquedad; son muy cuidadosos en cuanto a la posición, ya que deberá quedar colocado de espaldas y bien extendido. Siguiendo varios actos rituales, introducen diferentes objetos que acompañarán al difunto en su lecho de muerte, entre ellos destacan vasijas y figurillas cerámicas que representan animales y personajes de su vida cotidiana (probablemente familiares), así como algunos espejos de pirita. La vida continuará para el resto de la familia hasta que un personaje más fallezca y sea enterrado junto con el anciano dentro de la casa repitiéndose entonces las mismas operaciones.

Estado de México, corre el año de 1942 y el pequeño municipio de Naucalpan de Juárez se estremece cuando un grupo de arqueólogos comienza a desenterrar una gran cantidad de restos óseos humanos entre los que se encuentran los de una familia que habitaba la región hace más de 2.000 años. La aldea, hoy desaparecida, yace bajo una fábrica de ladrillos y recibe el nombre de Tlatilco. Ya antes otros arqueólogos habían descubierto algunos enterramientos acompañados de vasijas cerámicas muy parecidas a estas, y habían dado el término de Culturas del Preclásico a sus habitantes, unos de los primeros grupos sedentarios de la entonces Mesoamérica. Es bajo este término, Preclásico o Formativo, como se reconoce por los especialistas al primer periodo (comprendido entre los años 2500 a.C. al 200 d.C.), que dará inicio a la historia precolombina de México.

En ese momento, lo que actualmente es el territorio mexicano estaba habitado por una gran diversidad de pueblos con un largo historial de hace ya varios cientos de años, que mantenían una estrecha afinidad cultural. Ellos irán conformando las bases de toda una tradición que, con el tiempo, les permitirá desarrollar la tecnología y los conocimientos necesarios para fundar grandes y majestuosas ciudades en lugares como el actual Occidente de México, la Costa del Golfo, el Altiplano Central, estados como Guerrero y Oaxaca y lo que se ha dado en llamar la zona maya, que comprende gran parte del sur de México y otros paí ses, como Gua temala, Honduras y Belice.

Prácticamente todo lo que conocemos del periodo Preclásico, como lo denominaremos a lo largo de nuestra historia, lo conocemos por las evidencias arqueológicas, no tenemos un archivo de personajes y hechos históricos propiamente dicho que acompañe al relato, salvo en lugares como la zona maya, donde la epigrafía (disciplina que ayuda a descifrar la escritura plasmada en pie dra) comienza a darnos información de algunos sucesos relevantes; entre tanto, gracias a la arqueología podemos reconstruir parte del modo de vida de las culturas preclásicas.

Siguiendo nuestro relato... en tanto los habitantes de Tlatilco, al centro de México, disfrutaban de una vida apacible en las riveras de los lagos, en la Costa del Golfo, los grandes señores de ciudades como La Venta apoyaban expediciones comerciales que llegaban a consolidar relaciones con las demás sociedades de buena parte de Mesoamérica, incluyendo regiones tan apartadas como el Pacífico. Parte de la riqueza obtenida estaba destinada a la elaboración de grandes esculturas, que serían símbolo de su grandeza. Imaginemos por un mo mento a varios personajes de talla mediana, robustos, con la cabeza deformada en forma de pera invertida, arrastrando un gran bloque de roca volcánica extraída de las laderas del volcán de los Tuxtlas, Veracruz. Con mucho cuidado y esfuerzo colocan unos grandes troncos de madera perfectamente acomodados y sujetos con lianas, con los cuales construyen una pequeña embarcación. Sobre ella colocan las monumentales rocas, que finalmente trasladan a través del río Coatzacoalcos hasta su ciudad. Ya en ella, comienzan a tallar a golpe de piedra hasta lograr finalmente el rostro de un serio personaje, que lleva puesto un gran tocado que rodea toda su cabeza; se trata del retrato mismo de su gobernante.

Este tipo de manifestaciones plásticas sería reproducido una y otra vez en buena parte de la Costa del Golfo mexicano, esculturas conocidas desde el siglo XIX como cabezas colosales. Muchos siglos después los aztecas bautizaron al pueblo constructor de estas insignes esculturas (que ya suman más de 10) como olmeca, los misteriosos “habitantes del país del hule”.

Los olmecas cultivaban en las riveras de los ríos, de donde podían obtener gran cantidad de alimentos como pescado y algunos moluscos, y que complementaban con la caza de algunos animales y la siembra de maíz y yuca. Satisfechas sus necesidades primarias, tenían oportunidad de desarrollar hermosos objetos de piedra verde, que encierran un simbolismo religioso asociado al culto al jaguar; por lo que también son conocidos como “el pueblo del jaguar”. Algunos de estos objetos, también ela bo rados en madera, fueron depositados como ofren da en las riberas de los ríos, o en la espesura del bosque dentro de sus ciudades.

Nuestro viaje por el mundo mesoamericano nos lleva a ver lo que en ese momento estaban ha ciendo sus vecinos del sur, los mayas. Un pequeño gru po de individuos está esforzándose por colocar cer ca de una gran pirámide una piedra labrada de forma rectangular y de considerables dimensiones; se trata de una estela o lápida labra da, en la cual han inscrito algunos jeroglíficos que anunciarán alguna fecha de especial importancia histórica. La pirámide tiene por los menos 30 metros de altura, y es muy similar a la de sus vecinos de La Venta.

Por su parte, San José Mogote, (localizado en los valles de la actual Oaxaca) juega un papel preponderante en el posterior desarrollo de las sociedades de esta región. La comunidad de poco más de 100 habitantes también dedica su tiempo a la producción de piezas de alfarería y productos de lujo, como espejos de minerales como la mag netita, que pueden utilizarse como pendientes, o labores que generalmente hacen dentro de sus casas. Muy cercano a ellas, construyen un espacio delimitado para llevar a cabo algún tipo de danza ritual. Al lado, tienen pensado construir una pequeña pirámide en la que llevar a cabo diversas ceremonias en honor de sus dioses.

Las relaciones con sus vecinos son buenas, sobre todo con los olmecas. Prueba de ello son algunos objetos que pueden colocar en sus ofrendas, como piezas de lujo elaboradas en piedra ver de con el estilo artístico de los habitantes de la región del hule. Todo esto ocurre en una etapa conocida como Preclásico Medio, entre los años 1200 a 400 a.C.

Monumento 3 de San José Mogote. Representa un personaje capturado y sacrificado.

En otra parte de Mesoamérica, en la actual región del Occidente mexicano preparan una excelsa ofrenda fúnebre, quizá más grande y ostentosa que la de sus antepasados en el Centro de México, y decimos sus antepasados porque ya ha transcurrido cierto tiempo, corre el año 200 a.C., y el último soplo de vida del periodo Preclásico está en curso. Han abierto un gran túnel en la tierra, que se extiende a más de 5 metros de profundidad, y un grupo de individuos bajan con cautela los restos de una persona adulta del sexo masculino; por detrás les sigue otro individuo que lleva en sus manos el cadáver de un pequeño perro que se caracteriza por no tener pelo, quizá se trate de la mascota del difunto. Otro grupo espera arriba para introducir en la tumba una serie de objetos de cerámica de vivos colores rojos que representan animales, especialmente perros y di versos personajes que recuerdan la vida cotidiana de la aldea.

Para este entonces, los olmecas han perdido su influencia y prácticamente están en decadencia, y en buena parte de Mesoamérica se ha iniciado una fuerte revolución sociocultural. Los habitantes de la zona maya y oaxaca han comenzado a construir grandes y fastuosas ciudades y no solo eso, ha comenzado la competencia local...