Armas secretas de Hitler

von: José Manuel Romaña Arteaga

Nowtilus - Tombooktu, 2010

ISBN: 9788497637510 , 400 Seiten

Format: ePUB

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Preis: 9,99 EUR

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Armas secretas de Hitler


 

Presentación
Con Alemania inclinada hacia el desastre total, en su wagneriana caída y dentro de un conflicto bélico genocida con un carácter desconocido hasta entonces por los seres humanos, surgió la esperanza de las armas secretas, bien alimentada por el Ministerio de Propaganda del doctor Goebbels y por los discursos de los principales jerarcas del régimen nazi. Pero no todo fue una maniobra para aumentar la moral de resistencia de los que todavía creían en Hitler y su utópico "Reich de los Mil Años", el líder que en sí fue el instrumento directo de una poderosa oligarquía financiera e industrial para sacar hasta el último aliento del antiguo pueblo germánico.
Fue durante los últimos meses de guerra en Europa cuando los militares aliados descubrieron que había algo más, mucho más, detrás de la propaganda propia que había colocado la mente "cuadrada" como sencillamente incapaz de aportar ni una sola idea original en el apartado del armamento más avanzado. La realidad les mostró a los vencedores de la gran contienda que las armas del Tercer Reich eran cada vez más sofisticadas y extrañas. Sus científicos fueron pioneros en todo lo referente a misiles balísticos y tecnología de cohetes, creando de hecho los primeros misiles telediridos del planeta para ser el arma decisiva.
Aquí nos ocuparemos debidamente del Fieseler Fi 103 (V-1), antecesor de los actuales misiles de crucero, el primer artefacto aéreo autoguiado usado en el mundo. Y qué decir del revolucionario Peenemünde A4 (V-2) del equipo de Von Braun —que inició la serie de proyectiles de la actual era espacial—, contra el que los Aliados no encontraron defensa posible por su asombrosa velocidad y la altura de vuelo. Leamos lo que señala al respecto, en Germany's Secret Weapons su autor, Brian J. Ford, renombrado científico y escritor:
Fue el cohete lo que proporcionó a Alemania su principal esperanza de construir —como en efecto construyó— las armas más devastadoras de la época. Aún en el momento actual, en la base de la moderna balanza del poder se encuentra el cohete balístico, y toda la riqueza del sistema vigente es una derivación directa de los inventos realizados en Alemania durante la guerra.
A pesar de que durante la Segunda Guerra Mundial Adolf Hitler lograra contar con el desarrollo una tecnología bélica asombrosa, perdió el rumbo y la perspectiva de esta tratando de buscar resultados más efectistas e inmediatos.
Pero aún hay más: el trabajo alemán en este campo sentó virtualmente las bases de esta materia en su totalidad; el primer cohete de la historia con combustible líquido voló solamente trece años antes de la ruptura de las hostilidades, en 1939, y de esta forma, fue precisamente en este periodo cuando el cohete pasó de ser un juguete peligroso a ser un arma de guerra de las más contundentes. Así pues, la historia de la cohetería alemana es en esencia la historia completa de los cohetes ya desde los mismos comienzos de la experimentación.
Pero Alemania había perdido un tiempo precioso entre 1939 y 1942, al compás siempre de los triunfos más espectaculares, cuando todas las prioridades armamentísticas se orientaron hacia las necesidades más inmediatas, valorando el propio Führer solo el desarrollo de las armas capaces de tener un uso directo en la batalla. Eso sí, la base del asombroso desarrollo armamentístico alemán se había formado mucho tiempo atrás, ya a comienzos del siglo XX, cuando la capacidad de innovación e investigación de sus científicos no tenía parangón en el mundo, además de estar muy considerados socialmente. El nazismo hizo el resto en los años 30, merced a su formidable aparato de propaganda.
Una importante conferencia pronunciada en Buenos Aires, a primeros de 1952, por el entonces exiliado ciudadano alemán Adolf Galland, personaje de probado valor y gran experiencia en combate, puso las cosas claras en el apartado en que a él mismo le correspondía hablar como máxima autoridad en la materia.
En 1948, el antiguo as, generalmajor de la Luftwaffe e inspector de la Aviación de Caza, había acudido a la llamada del antiguo jefe de ingenieros de la firma FockeWulf, el profesor Kurt Tank, con la propuesta de este para que colaborara en la construcción de un nuevo avión de combate en el cono sur americano. Era la época en que el general Perón —presidente de la República Argentina—, con claras simpatías por las potencias del Eje durante la Segunda Guerra Mundial, había iniciado la contratación en Europa de cerebros alemanes que quisieran trabajar para su país en distintas áreas, tanto científicas como militares.
Con el título "¿Qué pasó en Alemania con los aviones a reacción?", Galland —asesor de la Fuerza Aérea Argentina en todo lo referente a doctrinas y tácticas en materia de interceptación— ofreció una amplísima disertación que luego fue recogida íntegramente por la Revista Nacional de Aeronáutica en la capital argentina. Del ladillo titulado "El primer avión cohete de intercepción del mundo" se transcribe ahora lo fundamental:
En otoño de 1940, cuando ya se estaba eclipsando la batalla sobre Inglaterra, me mostró un día Udet, en el Cuartel Principal de Goering, los planos de proyectos del constructor profesor doctor Alejandro Lippisch, para la construcción de un caza de interceptación por cohete.
Udet, en su carácter de director general de Material, era el responsable de todo el equipo aéreo alemán. No constituía un secreto para nadie que su corazón latía principalmente para aquel Arma, que lo apasionó e hizo famoso cuando era un joven piloto durante la Primera Guerra Mundial. Extravagante, arriesgado y deportista, no había cambiado un ápice, pese al alto y responsable puesto que ocupaba.
Ya en ese entonces me habló Udet de la necesidad de contar con una defensa aérea alemana. Dos razones eran las que, según su opinión, retrasaban el desarrollo de nuevos aviones revolucionarios y, en general, el progreso de la Aviación de Caza:
a) La orden fundamental del Führer y Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, de que, en razón a las perspectivas de una guerra que se auguraba de corta duración, debían ser dejadas de lado todas las tareas de investigación y desarrollo que no pudieran estar terminadas en el plazo de un año, prefiriéndose los proyectos que se hallaran próximos a ser terminados.
b) La prioridad absoluta que gozaba la idea ofensiva, sin trabas en la conducción de la guerra aérea alemana.
Udet sostenía la opinión irrevocable de que el caza, y no el bombardero, decidiría la guerra aérea. En otoño de 1941 se permitió, incluso, exteriorizar la siguiente opinión: "Si esto sigue así, vamos a perder la guerra, como perdimos la última. ¡Ningún caza! ¡Ningún caza! ¡Siempre solo bombarderos y solo bombarderos! ¡Es una locura! Si pudiera hacer salir cada día 1.000 cazas, no volvería bien pronto ningún avión enemigo sobre el Reich. Si no aumentamos la Aviación de Caza en forma sensible para colocarnos a la defensiva, si eso no lo hacemos para el año 1942, perderemos la guerra."
Por lo demás, se ha dicho que fue un golpe de fortuna para los Aliados que los ingenieros y científicos alemanes no trabajasen en paralelo con la misma intensidad junto a la industria, dando lugar a un caos
organizativo que acabó llevando a la inevitable disgregación de los esfuerzos bélicos; porque de ese modo numerosos proyectos que, al menos en apariencia apuntaban hacia un objetivo común, iban a desarrollarse siempre de forma paralela y sin establecer ninguna colaboración mutua. De hecho, en ese derroche prohibitivamente costoso de los recursos disponibles la economía alemana seguiría manteniendo un régimen mixto, donde los intereses del propio Estado y de las empresas privadas se vieron involucrados de un modo íntimo siempre a partir de una absoluta sumisión a las directivas de Adolf Hitler, dirigente de indudable talento como demagogo y también como propagandista, alguien que —en opinión del reputado historiador Götz Aly en su polémico libro La utopía nazi. Cómo Hitler compró a los alemanes— lideró un populismo redistributivo. Aun así, fue realmente increíble la aceleración de la tecnología militar alemana en los últimos meses de conflicto bélico y dando el primer paso hacia la astronáutica al ser pionera en los misiles teledirigidos —construyendo el primer silo del mundo—, además de poner en marcha la tecnología de misiles balísticos y de cohetes.
El propio Führer cayó demasiado tarde en la cuenta de su tremendo error al dar la espalda a unas investigaciones militares donde ciencia y ficción en verdad se entremezclaban, dando el primer y espectacular paso en...