Amor y gimnasia

Amor y gimnasia

von: Edmondo de Amicis

Rey Lear, 2012

ISBN: 9788493979980 , 176 Seiten

Format: ePUB

Kopierschutz: DRM

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Preis: 6,99 EUR

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Amor y gimnasia


 

PRÓLOGO


AMORE E GINNASTICA se publica de forma clandestina en 1892, en la recién nacida Italia, que concentra sus esfuerzos en la consolidación del sentimiento de identidad nacional colectiva. Tiene como escenario la ciudad piamontesa de Turín, portadora de la responsabilidad de haber contribuido a la unificación de Italia con un papel preponderante, cediendo la capitalidad, sin por ello renunciar a ser la cuna de la cultura gimnástica italiana. No sólo eso sino que Turín se esforzaba en recoger el testigo de la experiencia alemana, donde el culto al cuerpo representaba uno de los pilares sobre los que construir la nación. El propio Hitler en su ideario Mi lucha había defendido abiertamente la inclusión de una gimnasia moderna en los currículos académicos llegándola a contemplar en uno de los puntos de su programa político[1]. El ejercicio físico se veía de este modo asociado a una amplia gama de beneficios relacionados con la salud, la higiene, la disciplina y el progreso de la nación.
Este desarrollo de la Italia del Resurgimiento, cuyo entusiasmo por la gimnasia es uno de los fenómenos culturales más curiosos y menos conocidos, se ve proyectado precisamente en esta nueva concepción de la misma, que defendía el abandono de los movimientos lentos y reprimidos propugnando nuevas dinámicas más expansivas que imprimiesen fuerza y agilidad al cuerpo. De Amicis quiere contribuir con esta novela a defender una educación física en la escuela, libre de prejuicios, especialmente en la gimnasia femenina, que sirva de apoyo a la construcción de la nueva conciencia nacional.
Tan novedosa gimnasia tenía algo de liberador y, al mismo tiempo, algo de pecaminoso, en un contexto en el que el contacto con el cuerpo estaba prohibido. Así lo denunciaban los moralistas, los eclesiásticos y los socialistas, que animaron en torno a la misma los debates de los círculos sociales, hasta convertir esta disciplina deportiva en uno de los temas más espinosos de la época. Como subrayó Italo Calvino, la presencia de la mujer en la escuela y en la gimnasia parecía transgresiva, como un «inmenso harén sin sultán», y amenazadora, como un «enjambre de Minervas armadas naciendo de la cabeza de Júpiter».
De Amicis reproduce en esta novela el debate intelectual sobre la educación física, que ardía por aquel entonces entre libros y revistas en los que se enfrentaban abiertamente las escuelas de Obermann y Baumann: Obermann, autor suizo del tratado La ginnastica y fundador de la Società Ginnastica Torinese en 1844, fue llamado a Turín, primero como entrenador con finalidades bélicas y posteriormente para formar en esta materia maestros para toda Italia. Baumann, fautor de la llamada escuela boloñesa, que apostaba por una gimnasia libre, por una actividad civil, ajena a las restricciones a las que se veía sometida como consecuencia de su consagración bélica en la escuela turinesa, escuela sobre la que se apoyó la primera ley del estado italiano que reguló la materia. Aun siendo más conservador que Baumann, fueron muchos los obstáculos a los que Obermann tuvo que enfrentarse cuando la gimnasia entró a formar parte de los currículos escolares; baste recordar que en aquella época las gimnastas llevaban mangas y faldas largas, casi hasta los tobillos, y cuellos bien cerrados para reducir al mínimo la obscena exposición de la piel.
A lo largo de su obra, De Amicis muestra repetidas veces interés por este mismo argumento. En La vita militare (1868) insiste en la belleza del esfuerzo físico, exaltando el ejercicio en común de estas prácticas; en Sull’Oceano (1889) dos enamorados «hacen juegos de gimnasia de cámara, con saltos y volteretas»; en Primo Maggio (1980), novela del período de su tardía conversión al socialismo, el protagonista traiciona a su mujer con una camarada, que de las distintas teorías socialistas, presentes y pasadas, sólo conocía las ideas más atrevidas y extrañas que giraban en torno a los argumentos más estimulantes, como la gimnasia desnuda de los dos sexos de la Ciudad del sol. Aparece también en clave de humor en varios cuentos de Pagine Allegre (1906) y Gli azzurri e i rossi (1894).
Fue Italo Calvino quien en 1971 rescató del olvido Amore e Ginnastica, ocupándose de su publicación en la colección Cento-pagine de Einaudi que él mismo dirigía, y definiendo la novela como «probablemente la más bonita, ciertamente la que muestra más sentido del humor, malicia, sensualidad, agudeza psicológica que nunca escribió Edmondo De Amicis».
Aunque la historia una vez más se desarrolla en el ámbito escolar, el autor de Amore e Ginnastica no es el mismo que se manifiesta en Cuore. Logra aquí desterrar esa imagen de escritor moralista, didáctico y azucarado que había constituido la base de su popularidad, y nos descubre una insospechada vena humorística. La vocación pedagógica se vislumbra en segundo plano, mientras vemos aflorar en el primero la fuerza de un inconfesable instinto que empuja a romper las reglas del conformismo amoroso.
No hay espacio, por tanto, entre sus páginas para lecciones moralistas, desterradas por un realismo y una precisión psicológica desconocidos en el De Amicis de Cuore, que se ganó las críticas de Benedetto Croce, quien lo calificó de artista de pensamiento superficial y dependiente. En este sentido, escribe Croce: «Artista en los detalles, De Amicis es moralista en el diseño y la inspiración. Y de la misma manera que su arte no es profundo e independiente, tampoco su pensamiento se libera de lo obvio, de lo común, de lo fácilmente aceptable, de lo más aceptado»[2]. No sólo recibió las críticas de Croce, sino también de Carducci, Borghese, Torraca y, por otras razones, las de Giovanni Papini que, cuando De Amicis en L’idioma gentile (1905) expuso su propia visión sobre la lengua italiana mostrando su fidelidad a la lengua de Manzoni, con su sarcasmo habitual, propuso como título más adecuado L’idiota gentile. Pero a pesar de las innumerables críticas, sus novelas alcanzaban tiradas récord en una Italia en gran parte analfabeta.
Nos encontramos frente a una deliciosa trama irónica animada por un voyeurismo sutil, melodramática sin llegar al patetismo, que está lejos de seguir la línea de la retórica mojigata de la época. La belleza se capta en un cuadro de conjunto que tiene el refinamiento de la pincelada impresionista, donde la trama urdida de pasiones y desilusiones se ve potenciada en los claroscuros que aportan las dinámicas humanas.
La historia se desarrolla en un edificio de la Turín de finales del XIX, cuya escalera mal iluminada, el paraíso oscuro de don Celzani, hace las veces de telón de fondo a amores secretos, celos, envidias, pequeños éxitos y dramas burgueses que se desenvuelven entre peldaños, rellanos, portazos, acechos tras las puertas y claraboyas de desván, al más puro estilo vodevil.
Sus personajes vibran de pasión, resentimiento, voluntad y frustración en el paisaje cotidiano de la pequeña burguesía. Don Celzani, protagonista de la historia junto a la maestra Pedani, nunca llamada por su nombre en la novela, poco agraciado físicamente, con la apariencia de «un preceptor de casa patricia clerical» se enamora perdidamente de ella, virago de brazos contorneados, hombros anchos y cintura de avispa: la «vulneradora invulnerable» como la llamaba su vecino de escalera, el ingeniero Ginoni. Para conquistar el inalcanzable objeto de sus deseos, pierde el control de sí mismo, llegando a sacrificar su desgarbado cuerpo en la barra de equilibrio, como ante el altar de su diosa. Ninguno de los personajes masculinos de Amore e ginnastica se muestra ajeno a la belleza de la maestra. El ingeniero Ginoni la considera guapa y honesta, muy original y fuera de lo corriente, y aunque no está de acuerdo con la gimnasia que ella defiende, tampoco se muestra amigo de los movimientos reprimidos y goza con las delicias de los pasos rítmicos ejecutados por las hijas de los militares del Instituto San Domenico, observando con concupiscencia las manos revoloteando en el aire y las trenzas gordas retozando sobre las nucas rosáceas. El comendador Celzani, que no se pierde un sólo espectáculo de gimnasia de las escuelas, colegios o institutos, le pregunta a la protagonista con curiosidad malsana qué restricciones les imponen en la gimnasia femenina y, cuando ella hace referencia a los movimientos de los miembros inferiores, con sus ojos azules fijos en el techo, disfruta ensimismado dando rienda suelta a sus fantasías, como en una contemplación celestial. El maestro Fassi le atribuye el brazo más bonito que se haya visto bajo el sol y el joven Ginoni pone en juego todo su descaro para conquistar a la maestra, desencadenando un amago de duelo con don Celzani, profundamente herido en sus celos al haber visto el brazo vigoroso del joven rodear como un pulpo la cintura de la mujer de sus sueños.
Muy diferentes son los sentimientos que la atlética maestra despierta en el sexo femenino que habita las escaleras. A su compañera de piso, la maestra Zibelli, le corroen los celos y la envidia hacia aquella infausta criatura nacida para su tormento. La señora Ginoni la critica ante los vecinos con lengua viperina y, dejando caer sobre ella la sombra de una oscura historia con una compañía de soldados de la que se oye hablar en el pueblo, provoca el desconsuelo del pobre don Celzani, que sueña por las noches con un...