Huérfanos de Sofía - Elogio y defensa de la enseñanza de la filosofía

von: Josep Maria Bech, Damián Cerezuela Frías, Ana de Lacalle, Àlex Mumbrú, Manoel Múxico, Ignacio Pajón Leyra, Francesc Perenya, Jacinto Rivera de Rosales, Begoña Román Maestre, Salas Sánchez Bennasar, Jo

Fórcola Ediciones, S.L., 2016

ISBN: 9788416247288 , 145 Seiten

Format: ePUB

Kopierschutz: frei

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Preis: 9,99 EUR

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Huérfanos de Sofía - Elogio y defensa de la enseñanza de la filosofía


 

introducción


Àlex Mumbrú

Libros que traten de esclarecer la esencia de la filosofía, ciertamente, abundan. La propia historia de la filosofía puede leerse en términos de una indagación sobre este asunto. Lo que no resulta tan habitual es presentar un volumen en el que profesionales del ámbito de la filosofía tomen su quehacer cotidiano como atalaya desde la que esbozar la naturaleza del discurso filosófico y, en especial, deliberar sobre la función que le queda reservada en la sociedad contemporánea.

La recientemente aprobada Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE) ningunea el valor de la filosofía, suprimiendo la obligatoriedad de las horas de reflexión ética en la educación secundaria y reduciendo la asignatura Historia de la Filosofía a materia optativa en el último curso de bachillerato. El presente libro desea inscribirse en la marea de escritos y actos públicos que, en defensa de la enseñanza de la filosofía, han incrementado exponencialmente su presencia a raíz del anuncio de esta enésima reforma educativa2. Huérfanos de Sofía, título que denuncia el desamparo institucional a que se encuentra sometido ese «amor al saber» en que consiste la filosofía, pretende ser una reflexión surgida de la experiencia vital de colaboradores provenientes de diversas regiones del ámbito filosófico (profesores de instituto y escuela privada, investigadores consagrados, docentes universitarios eméritos y en activo). Una reflexión marcada por un escenario sociopolítico que, como en muchos otros candentes asuntos, exige un posicionamiento contundente e inequívoco por parte de la comunidad filosófica.

Este volumen rehúye no obstante tanto el lamento autocomplaciente del sector (el problema no radica en la filosofía sino que es «la sociedad» la que no es suficientemente madura para apreciarla) como cualquier atisbo de una consideración meramente ideológica del valor de la filosofía (la defensa gremial de ciertos intereses laborales). A tal fin se propuso al conjunto de los colaboradores la (re)lectura del texto de Manuel Sacristán Sobre el lugar de la filosofía en los estudios superiores3. En el 45 aniversario de su publicación, continúa siendo una consideración del todo insoslayable para cualquiera que pretenda decir alguna cosa sobre la supuesta especificidad de la pregunta filosófica, su función social y el papel a desempeñar en nuestro sistema educativo.

Entre otros argumentos, en este lacerante escrito se niega el carácter sustantivo de la filosofía como saber. La filosofía, afirma Sacristán, consiste principalmente en una reflexión de segundo orden que, en el momento en que se desprende de los saberes sobre los que trata, deviene una vana autorreflexión sobre su propia historia completamente alejada de las disciplinas que producen verdaderos «contenidos»4. Ni tan siquiera considera Sacristán que sea imprescindible la reflexión filosófica por cuanto aguza la capacidad crítica: la filosofía no dispone del monopolio del pensamiento. Así las cosas, la razón que explica la fervorosa defensa de la filosofía en los estudios medios no sería más que la interesada voluntad de conservar una cantera de futuros clientes de su enseñanza universitaria. En consecuencia, se aboga en el opúsculo por la supresión de la asignatura de Filosofía en secundaria y de la carrera universitaria, al menos en el formato en que existe aún hoy5.

Contrariamente a lo desarrollado en el escrito de Sacristán, no cabe concebir mejor muestra del inestimable valor de la reflexión filosófica y de la necesidad de conservarla en el entramado institucional educativo que la variedad y riqueza de las aportaciones presentadas en este volumen. En relación a los textos preparados por docentes de enseñanzas medias, la pregunta por el lugar de la filosofía como asignatura ha suscitado estimulantes propuestas en torno a la distribución de las materias (Filosofía y Ciudadanía, e Historia de la Filosofía) en los dos años de bachillerato, los contenidos a impartir atendiendo a la modalidad cursada, el papel que debe desempeñar el profesor de filosofía en el aula y las dificultades con que suele lidiar. Se nos ofrece igualmente una significativa plétora de argumentos que abonan la necesidad de salvaguardar la tan denostada asignatura de Ética en el currículo de la ESO (concebida, eso sí, como una reflexión genuinamente racional, no tutelada por el discurso religioso e ideológico imperante), en tanto insoslayable herramienta para asegurar un proceso de subjetivación verdaderamente autónomo en nuestros alumnos. En este sentido, se apuesta incluso por la extensión de la reflexión ético-política a todas las etapas educativas (en la línea de programas como «Filosofía para Niños» introducidos experimentalmente en algunos institutos) y una mayor imbricación entre la formación artística y la filosófica.

Las profundas transformaciones que han tenido lugar en el mundo educativo tras la Revolución tecnológica acaecida en el último cuarto del siglo xx (la aparición y extensión de las Tecnologías de la Información y la Comunicación) ocupan una buena parte de las consideraciones de estos profesionales. Se trata, en definitiva, de una deliberación sobre qué se enseña en la asignatura de Filosofía y cómo hacerlo en las aulas del siglo xxi. Tampoco falta una visión panorámica de la evolución de la asignatura de Filosofía en los diversos planes de estudio implementados desde el final de la dictadura, así como de las corrientes psicológicas que han animado la serie de renovaciones pedagógicas introducidas6. En dos de estos escritos, son esos mismos alumnos a quienes va dirigida la materia los que opinan sobre la «Filo», acerca de cómo debería plantearse y lo que ha supuesto en su formación.

Si avanzamos hacia las colaboraciones que proceden del ámbito universitario, encontramos también impresiones diversas, no siempre halagüeñas, sobre el estado de la universidad española. Desde la sociología del conocimiento se nos presenta un lúcido análisis del precariamente autonomizado «campo» filosófico español. Tradicionalmente sometido al yugo de instancias religiosas y políticas, los reiterados esfuerzos de autonomización de la filosofía a partir del último tercio del siglo xx no han logrado generar unas estructuras suficientemente sólidas como para zafarse de las nuevas fuerzas que porfían por controlar el campo. El auge de las nuevas tecnologías, la introducción de criterios mercantilistas en el seno de la universidad, una industria editorial que valora los productos filosóficos en atención al grado de divulgación que alcanzan y las veleidades mediáticas de algunos de sus miembros dificultan seriamente las posibilidades de constitución de la filosofía en España como campo autónomo.

En este contexto, no se trata tan sólo de contrastar el sistema educativo y el funcionamiento de la universidad europea y anglosajona, sino que se pone de manifiesto el conflicto entre dos modos diferenciados de hacer filosofía, el continental y el analítico. En torno a esta comparativa subyace una cuestión filosóficamente relevante: ¿Puede concebirse el discurso filosófico desgajado de la reflexión sobre su propia historia? ¿Tiene sentido la distinción, propia de la universidad alemana, entre «historia de la filosofía» y «filosofía sistemática»? En definitiva: ¿Es la filosofía algo más que historia de la filosofía?

Al hilo de esta problemática cabe plantearse si puede (incluso, si debe) pensarse actualmente la reflexión filosófica separada de la universidad: ¿Es el filósofo capaz de desempeñar alguna función más allá de la estrictamente docente? ¿Tiene sentido estudiar filosofía para algo más que para enseñar filosofía? Como despliega uno de los textos que presentamos, la estrecha vinculación entre la filosofía y la universidad resulta del desarrollo mismo de la modernidad filosófica y, muy particularmente, del proyecto de una filosofía (el Idealismo alemán) en que cobra especial relevancia la cuestión nacional. Aún más: una de las formas que adquiere la investigación filosófica contemporánea, los Estudios Culturales, culmina en cierto modo el tipo de reflexión iniciada por Descartes. La problematización radical del concepto mismo de certeza en que desemboca la Modernidad explica la afirmación del carácter «cultural» (y, por ende, contingente) de toda producción del espíritu.

La aparición y extensión de los Estudios Culturales son una muestra más de la «mundanización» experimentada por la filosofía en el siglo xx7. En el contexto de esta «des-absolutización» de la reflexión filosófica, el presente volumen recoge una aportación que transita por la vereda abierta en las últimas décadas por el giro aplicado en la filosofía. La manifiesta necesidad de criterios que orienten la acción –tanto del sujeto como de las comunidades y organizaciones– en un mundo cambiante y sumamente plural ha subrayado la vocación eminentemente práctica de la filosofía, la responsabilidad social que le es inherente. La reflexión sobre los derechos del ciudadano, la frágil salud de la democracia o la función de los medios de comunicación han insuflado aire renovado a la filosofía. Asimismo, en la consideración de las posibles consecuencias perniciosas de determinados avances tecnológicos (ingeniería genética, contaminación del medio ambiente, posibilidad de una...