Carlos de Aragón y de Navarra, príncipe de Viana

von: Vera-Cruz Miranda

Punto de Vista, 2016

ISBN: 9788415930839 , 88 Seiten

Format: ePUB

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Preis: 6,99 EUR

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Carlos de Aragón y de Navarra, príncipe de Viana


 

CAPÍTULO 1. LA INFANCIA DEL PRÍNCIPE DE VIANA

1.- Un enlace real

Nos situamos en el reino de Navarra, en el primer cuarto del siglo XV. En la catedral de Pamplona se estaba celebrando un enlace real. Corría el año 1420, concretamente el día 10 de julio, la infanta Blanca, hija del rey Carlos III de Navarra, y el infante Juan, hijo del difunto rey de Aragón, Fernando de Trastámara, se unían en sagrado matrimonio ante el altar y ante los ojos de toda la corte del reino de Navarra. Este enlace había sido fruto de intensas negociaciones políticas y diplomáticas, nada extraño en aquella época. Con esta unión se enlazaban dos dinastías importantes: los Evreux, de origen francés, que ocupaban el trono de Navarra desde hacía un siglo, y los Trastámara, castellanos, que reinaban en los reinos de la Corona de Castilla y, también en esos momentos, en los de la Corona de Aragón.

La novia, Blanca, era la segunda hija del rey de Navarra y de Leonor de Trastámara, hija del rey Enrique II de Castilla. Y en ese tiempo, heredera del trono de Navarra. En sus venas corría sangre navarra y castellana. El novio, Juan de Aragón, era hijo del difunto rey de Aragón y de su mujer, Leonor de Alburquerque, una de las mayores fortunas patrimoniales castellanas. Este infante procedía del linaje reinante en Castilla que había logrado subir al trono de la Corona de Aragón como consecuencia de la falta de descendencia por la muerte sin sucesores de Martín I el Humano, y como resultado de una serie de negociaciones que culminaron con el Compromiso de Caspe en 1412. El infante Juan era un verdadero castellano.

La pareja se había conocido unos cuantos años atrás en el reino de Sicilia, de donde la infanta Blanca había venido viuda. En el año 1402 Blanca se había casado con el rey de Sicilia, Martín de Aragón, un excelente candidato que la convertía en reina consorte de la isla de Sicilia. El reino de Navarra, a través de este enlace, había entrado a formar parte de la esfera de influencia de los reinos mediterráneos de la Corona de Aragón. Al cabo de unos años, la infanta navarra quedó viuda y sin descendencia porque el único hijo que había engendrado había muerto al poco de nacer. Era el año 1409. La reina Blanca permaneció en Sicilia hasta el año 1415, tal y como había dispuesto su marido en sus últimas voluntades, quien le había pedido que permaneciera en la isla como vicaria continuando con las labores de administración del reino. Así lo hizo. Durante estos seis años la reina Blanca conoció el gobierno en soledad y las preocupaciones que conllevaba hacerse cargo de un reino en dificultades a causa de las luchas nobiliarias que se extendían por toda la isla. Fueron unos años difíciles para ella, puesto que además se encontraba en una tierra extraña. Sin embargo, el destino de Blanca no estaba en Sicilia sino en el reino de Navarra. Allí la situación cambió repentinamente porque había muerto la heredera al trono, su hermana mayor Juana. Este suceso trasladaba la sucesión a la entonces reina de Sicilia. Y fue por ello que el rey de Navarra, Carlos III, reclamó la presencia de su hija en el reino. Blanca debía regresar a su tierra.

La partida de la reina Blanca de Sicilia implicaba la búsqueda de un sustituto desde la Corona de Aragón para que ejerciera las labores de la lugartenencia de la isla. El elegido fue el infante Juan de Aragón, hermano del rey de Aragón y el futuro marido de Blanca. El primer contacto entre ellos se produjo en ese traspaso de poderes en la isla, en 1416, donde convivieron durante unos meses. Según nos cuenta la tradición romántica, el infante Juan quedó cautivado por la belleza de Blanca desde el primer momento. Por lo visto, la reina Blanca era una mujer de gran belleza; de hecho esa fue una de las razones de su elección como candidata para el rey de Sicilia. Y así también la describió posteriormente su hijo, el príncipe de Viana, en su crónica.

En este primer encuentro, tanto Juan como Blanca desconocían que el futuro los iba a unir, pero posteriormente los intereses diplomáticos de ambos reinos vieron en esta unión una opción beneficiosa para todos. La infanta Blanca se había convertido en una buena candidata porque iba a ser la futura reina de Navarra; de manera que un infante aragonés tenía opciones a ceñirse la corona de Navarra. Mediante este matrimonio se reforzaban y ampliaban las alianzas peninsulares tanto del reino de Navarra como de los reinos de la Corona de Aragón. Las negociaciones de este matrimonio habían finalizado en el año 1419 con la firma de las capitulaciones matrimoniales, donde se establecieron acuerdos indispensables como podía ser el correspondiente a la dote o a las cuestiones relacionadas con los derechos de sucesión al trono de Navarra después de la muerte de la futura reina Blanca. Una vez ambas partes firmaron los capítulos, se debía decidir el lugar de la ceremonia religiosa. Este punto también fue largamente discutido, puesto que había partidarios de que se celebrase en Castilla, lugar de residencia del infante Juan, y otros de que fuera en Navarra, lugar de residencia de la novia, entre ellos el hermano del contrayente, el infante Enrique. El enlace entre Juan y Blanca, como ya hemos visto, se celebró en la catedral de Pamplona en el verano del año 1420.

Después de las fiestas en honor al nuevo matrimonio, pues se casaba la heredera del reino de Navarra, la pareja apenas permaneció unos días en la ciudad de Pamplona. El infante Juan debía partir rápidamente del reino para dirigirse a Castilla, donde había ocurrido un grave suceso protagonizado por su hermano, el infante Enrique. Éste, aprovechando que Juan se encontraba en Navarra celebrando sus bodas, había perpetrado un acto contra el rey Juan II de Castilla. El infante Enrique se había presentado por sorpresa en el palacio real de Tordesillas con sus hombres, allí había hecho prisionero al alcaide de la fortaleza y se había apoderado del rey y de su valido, Álvaro de Luna. Su objetivo era hacerse con el poder, influyendo en las decisiones del mismo monarca. Este hecho, conocido como “el atraco de Tordesillas”, provocó la partida inmediata del infante Juan y de su esposa en dirección a Castilla para intentar solucionar este grave conflicto.

El destino de la nueva pareja fue el castillo de Peñafiel, situado en la villa del mismo nombre y dentro del ducado de Peñafiel, perteneciente al infante Juan. Blanca de Navarra se mudó a la residencia de su marido, donde vivieron los primeros años de su matrimonio. Su estancia allí fue tranquila, mientras su marido pasaba los días preocupado por la situación que había provocado su hermano Enrique contra el rey de Castilla. 

 

2.- Nacimiento de un heredero: el príncipe de Viana

La vida del nuevo matrimonio transcurrió en el castillo de Peñafiel, donde la infanta Blanca disfrutaba de los días junto a sus damas, que la habían acompañado desde el reino de Navarra. A los pocos meses de haberse instalado en Castilla, se produjo la noticia que todos estaban esperando: la infanta Blanca estaba encinta. El feliz acontecimiento estaba previsto para la primavera del año 1421 y se iba a producir en el reino de Castilla, donde vivían los futuros padres.

Cuando comenzó a acercarse el momento, la infanta Blanca quiso contar con la ayuda del personal de la corte del rey de Navarra, a pesar de que tenía a su disposición a los servidores castellanos de su marido. Así, mandó llamar a una partera, al médico del rey y a varias nodrizas para que se desplazaran hasta Castilla para atenderla a la hora del parto. Se debía sentir más segura con sus servidores navarros, sobre todo en un momento tan importante para ella. Después del proceso propio de un parto, la infanta Blanca dio a luz a un varón. El nacimiento tuvo lugar un mediodía de primavera dentro del monasterio de los frailes predicadores de la villa de Peñafiel. El día 29 de mayo, un jueves, a la hora de nona, vino al mundo el primogénito de la infanta Blanca y el infante Juan: Carlos de Trastámara y Évreux. Ese día fue un día de alegría pues había nacido el futuro heredero del reino de Navarra: Carlos de Aragón y de Navarra. Un infante que pasará a ser conocido en la Historia como Carlos de Viana, o más aún, como el príncipe de Viana por antonomasia.

La noticia corrió rápidamente por todas las cortes y llegó al rey Carlos III de Navarra, quien la recibió con especial alegría, puesto que representaba que la sucesión al trono de Navarra estaba asegurada y además por vía masculina. Este nacimiento fue celebrado en toda Navarra. Las festividades se sucedían en cada ciudad, villa y lugar del reino. Las...