Breve historia de Julio César

von: Miguel ÁNgel Novillo López

Nowtilus - Tombooktu, 2011

ISBN: 9788499670348 , 288 Seiten

Format: ePUB

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Preis: 7,99 EUR

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Breve historia de Julio César


 

 

FUENTES


 

Tanto Julio César como su contexto ofrecen dificultades abrumadoras para cualquiera que se adentre en su conocimiento, y miles son los estudios y las investigaciones existentes. Tal volumen de títulos permitiría suponer que ya está dicho todo sobre él, pero, sin embargo, tan sólo existe una multiplicidad de visiones históricas que han configurado diversas interpretaciones de un mismo personaje.

La historiografía clásica


El siglo I a. C. es uno de los períodos que dispone de mayor volumen de documentación escrita aunque, paradójicamente, esta no siempre es pareja en todos los sucesos relatados y no siempre proporciona una información detallada. Los textos de los autores clásicos pueden ofrecer una imagen positiva o negativa de Julio César, por lo que la mayor parte de la documentación se ve soslayada por la posición política que sus autores tomaron en un momento o en otro. Era la enriquecida élite romana la que generalmente escribía. El progresivo ascenso de Julio César trajo consigo la reducción del poder de aquella, razón por la que muchos textos eran auténticas críticas y represalias contra su figura.

La mayoría de la información corresponde a la obra de autores que vivieron en épocas posteriores a los acontecimientos narrados, aunque también contamos con relatos escritos directamente o indirectamente por sus protagonistas.

Las fuentes escritas de mayor preeminencia son los Comentarios a la guerra de las Galias y los Comentarios a la Guerra Civil, ambos del propio Julio César que, escritos de forma simultánea a los hechos narrados, suponen escritos de justificación y propaganda de las acciones cesarianas en materia político-administrativa. Por otro lado, el Corpus caesarianum (Guerra de Alejandría, Guerra de África y Guerra de Hispania), cuya autoría se atribuye al oficial cesariano Hircio o incluso asimismo a Julio César, tuvo un fuerte raigambre propagandístico favorable a la figura de nuestro personaje.

La heterogénea producción literaria de Marco Tulio Cicerón (106-43 a. C.) aporta indirectamente gran cantidad de información relativa a la política, la sociedad, la cultura, la jurisprudencia o la economía, aunque en realidad nos informa muy de pasada de las condiciones y aspiraciones de las clases más desfavorecidas. El compendio de los discursos y de las cartas ciceronianas representa una fuente de primer orden para el conocimiento de los hechos, aunque el concepto que guarda de los protagonistas del período evoluciona o se deforma en función del propio devenir de los acontecimientos.

Contemporáneo de Julio César fue Salustio (86-34 a. C.), y son La conjuración de Catilina e Historia las obras que, aunque incompletas, más relación guardan con aquel. Salustio escribió con el beneficio de la visión retrospectiva, y su posición hacia el militar romano registró distintas variaciones a lo largo de su obra.

Varios pasajes de la obra del geógrafo griego Estrabón (64 a. C.-24 d. C.), Geografía, hacen alusión a la condición jurídica de varias ciudades afectadas por el programa administrativo cesariano y a momentos puntuales de la guerra civil.

Asinio Polión (75-4 a. C.) se declaró partidario acérrimo de Julio César y combatió en las campañas italianas y africanas esperando participar del botín. Sin embargo, no hubo tal y al verse defraudado juró venganza. Una vez muerto el dirigente romano, dedicó su venganza a escribir contra él criticando todas sus gestiones y elogiando las de su sobrino-nieto Octavio. Esta tendencia fue heredada en cierto modo por Suetonio (70-140), cuya obra tuvo un carácter esencialmente anecdótico donde no dudó en criticarlo como tirano y monarca. Aunque muchísimo más moderada, esta directriz fue adoptada por Apiano (95 - siglo II) en su Historia, por Nicolás de Damasco (siglo I) en Vida de Augusto, por Veleyo Patérculo (19 a. C. - 31 d. C) en Historia romana, o por Valerio Máximo (siglo I a. C. - siglo I d. C.) en Hechos y dichos memorables.

Pese a las buenas relaciones que mantenía con César, Marco Tulio Cicerón, el mayor de los oradores de Roma, se enfrentó al programa cesariano defendiendo los tradicionales valores republicanos. Busto de Marco Tulio Cicerón en mármol.Museos Capitolinos, Roma.

Aunque fragmentarios, los resúmenes de Tito Livio (64 a. C. - 17 d. C.), Periocas, o de Eutropio (?-399) con su Breviario permiten completar algunos detalles desconocidos sobre las actuaciones cesarianas.

La actividad de Julio César se conoce al detalle gracias al legado de obras poéticas como la Farsalia de Lucano (39-65), donde no se le concibe como un héroe pero tampoco como un villano, describiéndolo como un hombre dotado de cualidades especiales y sobrehumanas, y desacreditándolo por su comportamiento sangriento y despiadado.

La obra de Plinio (23-79), la Historia natural, como posteriormente la Chorographia de Pomponio Mela (siglo I) representan la fuente esencial para conocer la condición jurídico-administrativa de las comunidades afectadas por la administración cesariana.

Fuente de primer orden es también la biografía escrita por Plutarco (46-120), cuya obra ha de concebirse como una descripción moralizante del contexto histórico en el que se deben encuadrar los comienzos de la carrera política de Julio César.

Finalmente, Dión Casio ofrece en su Historia la versión oficial de los hechos con el contraste de los intereses políticos que estaban en la base de los conflictos políticos y sociales.

La historiografía posterior


La historiografía posterior a la época romana ha sido unánime al destacar el papel tan decisivo que Julio César tuvo en el devenir histórico. Igualmente, no sólo ha sido el paradigma de historiadores y biógrafos clásicos y modernos, sino que su obra y su personalidad han sido también objeto de investigación por parte de filósofos, filólogos, epigrafistas, arqueólogos, escritores, sociólogos o artistas que han dedicado sus investigaciones a tratar de despejar de una forma clara y concisa los distintos aspectos de su vida y obra.

En este sentido, los primeros estudios no se centraban en la interpretación de los hechos, sino en cuestiones de carácter secundario. Ya en el siglo XIV, el poeta italiano Dante (1265-1321) comenzó a sacralizar su figura, mientras que el humanista, también italiano, Petrarca (1304-1374) lo presentó como un tirano dignificado. En 1599, Shakespeare (1564-1616) lo mostró en la obra teatral Julio César no como un tirano sino como un magnífico hombre y político que con su muerte debía hacer frente a su propia historia.

La imagen positiva dominó durante la Edad Media. Durante esta época fue interpretado como el primer emperador y gran artífice militar, visión que se acentuó aún más en el Renacimiento italiano o en la Francia imperial de comienzos del siglo XIX.

A partir de la Ilustración y de la Revolución francesa se registró otra imagen dominada por el llamado pesimismo republicano.

Entre los defensores de sus gestiones, Leopold von Ranke (Historia universal, 1881) lo definió como un semidiós capaz de construir desde la legalidad un nuevo régimen casi perfecto. Pero sin duda, Theodor Mommsen (Historia romana, 1856) fue el primer gran defensor de la obra de Julio César, definiéndolo como el salvador de un régimen republicano sumido en la corrupción, la demagogia, la manipulación y la facción, viendo un paralelismo entre la Roma del siglo I a. C. y la Prusia que a él le tocó vivir. Lo consideró un hombre adelantado a su tiempo, social, mediador, correctísimo estratega y magnífico político. Para Mommsen, el militar romano estimuló la transición de República a Imperio mediterráneo, considerándolo como un legislador heroico.

En el lado opuesto destacan historiadores como Edgard Meyer o Mathias Gelzer. En la obra del primero (La monarquía de César y el principado de Pompeyo, 1918), influenciada por las consecuencias de la Primera Guerra Mundial, se ve a un Julio César que no tuvo ideales y que luchó únicamente para consolidarse en el poder. Por su parte, Gelzer (César. El político y el hombre de Estado, 1921) lo presenta como un hombre que quebrantó la estabilidad del régimen vigente hasta entonces, reconociendo su gran capacidad como estadista y como gran hombre de Estado.

A comienzos del siglo XX, Hermann Strassburger (César y la historia, 1935) lo presenta como el último republicano y, al mismo tiempo, como el fundador del sistema imperial.

Una imagen más positiva es la aportada en la década de los ochenta del siglo XX por Christian Meier (César, 1989), quien considera que la crisis vivida por nuestro personaje fue una crisis sin alternativa en la que la aristocracia manipulaba a la plebe en su propio beneficio.

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