La trama Colón - Las claves de la verdadera historia del Gran Almirante y el descubrimiento del Nuevo Mundo

von: Antonio Las Heras

Nowtilus - Tombooktu, 2006

ISBN: 9788497632867 , 256 Seiten

Format: ePUB

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Preis: 7,99 EUR

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La trama Colón - Las claves de la verdadera historia del Gran Almirante y el descubrimiento del Nuevo Mundo


 

Capítulo I

La esfericidad de la Tierra

Durante generaciones, la historia oficial ha postulado que el objetivo de Colón, al realizar el viaje del “descubrimiento”, era encontrar una nueva ruta, por el oeste, hacia las Indias (nombre que se le daba por aquellas épocas a Asia), ya que el camino a Oriente vía terrestre estaba bloqueado por los turcos otomanos.

Su idea era la de llegar hasta allí por mar, navegando hacia el poniente, para demostrar, además, su teoría de que la Tierra era redonda.

¿Por qué debía demostrar esto?

Porque hasta ese momento existía la creencia de que la Tierra era plana como un disco y que estaba limitada por un inmenso mar, cuya extensión hacia el oeste iba más allá del cabo de Finisterre y del estrecho de Gibraltar, situados en los extremos occidentales del mundo –hasta entonces– conocido.

Se afirmaba que ese océano no era navegable y que todo aquel que intentara emprender la aventura de atravesar sus aguas no regresaría nunca, pues se precipitaría a sus abismos o sería devorado por los espantosos monstruos que lo poblaban.

Esta creencia –dice la “historia oficial”– impedía que alguien se aventurara a navegar por esas aguas, por lo que América era un continente desconocido antes del primer viaje de Colón en 1492. Por eso –agrega– este intrépido navegante fue el primero en atreverse a llevar adelante un plan de viaje sumamente arriesgado, con el fin de demostrar su teoría de que la Tierra era redonda.

Sin embargo, y en contra de todo lo expuesto hasta ahora, existen pruebas irrefutables de que la esfericidad de la Tierra era bien conocida desde siglos antes y, obviamente, en tiempos de Colón.

También se sabía de la existencia de las tierras que recibirían, años después del primer viaje de Colón, el nombre de América.

Cabe preguntarse, entonces: ¿con qué finalidad se construyó una historia tan alejada de la realidad? ¿Qué fue lo que se intentó ocultar?

Trataremos de responder esos interrogantes a lo largo de esta obra y, para ello, haremos un repaso histórico de las distintas teorías sobre la redondez de la Tierra elaboradas por los hombres que sentaron las bases de la ciencia moderna, varios siglos antes de que el navegante Cristóbal Colón entrara en escena.

El mensaje de las letras

El conocimiento que se tenía sobre la forma esférica de nuestro planeta, había sido reflejado ya en algunas obras literarias. Tal es el caso de la Divina Comedia, del poeta italiano Dante Alighieri, escrita entre los años 1304 y 1321. En ella, Dante da por sentada la premisa de la redondez. Sitúa el Purgatorio en una isla ubicada en las antípodas de Jerusalén, en medio del Pacífico. El Infierno, en cambio, es un embudo o cono invertido que se estrecha a través de nueve círculos concéntricos hasta el centro de la Tierra –que coincide con su vértice– donde vive Lucifer. Desde allí, para pasar al otro hemisferio, Dante y Virgilio deben antes descender aferrándose de los cabellos de Satanás, que está hundido en el hielo en el mismo centro del globo terráqueo. Y en el momento de cruzar por él, para acceder al hemisferio opuesto, tienen que darse la vuelta porque la dirección de la gravedad se ha invertido:

Pero renace la noche, y ya es hora

69 de partir que ya hemos visto todo.
Como lo quiso, a su cuello me abracé,
y él eligió el momento y el lugar justo,

72 y cuando las alas estuvieron bien abiertas,
se prendió de las vellosas costillas;
de pelo en pelo abajo descendió luego

75 entre el hirsuto pelo y las heladas costras.
Cuando llegamos al sitio donde nace
la pierna, sobre el grueso del anca,

78 el Conductor, con fatiga y con angustia,
volvió la testa hacia donde tuviera las zancas
y aferróse al pelo como el que sube,

81 de modo que al infierno creía yo estar retornando.
Está bien atento, que por esta escala,
dijo el Maestro, jadeando como hombre exhausto,

84 conviene alejarnos de tantos males.
Después salió afuera por la brecha de una roca,
y púsome sobre el borde a que me sentara;

87 luego junto a mí detuvo el prudente paso.
Yo levanté la viste y creía poder ver
a Lucifer como lo había dejado

90 y lo vi con las piernas hacia arriba;
y si debí entonces quedar trastornado,
júzguelo la grosera gente, que no percibe

93 cuál es aquel punto por el que había pasado.
Álzate, dijo el Maestro, de pie,
la ruta es larga y el camino áspero,

96 y ya el Sol a media tercia se acerca.
No era galería de palacio el lugar
donde estábamos, mas natural caverna

99 que tenía feo suelo y luz escasa.
Antes que del abismo me arranque,
Maestro mío, dije yo cuando estuve erguido,

102 háblame un poco para quitarme de error:
¿dónde está el hielo? y ¿cómo clavado está
éste así boca abajo? ¿y cómo en tan pocas horas

105 de tarde a mañana ha hecho el Sol su trayecto?
Y él a mí: Te imaginas todavía que estás
del otro lado del centro, donde yo me tomé

108 de la piel del infame verme que taladra el mundo.
Allí estuviste en tanto descendía;
cuando me volví, pasaste el punto

111 al que se atraen de todas partes los pesos.
Y ahora al hemisferio has llegado
que está contrapuesto al que la gran seca

114 cubre, y en cuya cima fue muerto
el hombre que nació y vivió sin pecado;
los pies tienes sobre una pequeña esfera

117 que en la otra cara mira a la Judeca.
Aquí es mañana, cuando allá es la tarde;
y éste, que nos sirvió de escala con el pelo,

120 clavado está así como antes era.
Por este lado cayó desde el Cielo;
y la Tierra, que antes de acá se tenía,

123 por miedo de él hizo del mar vela,
y vino al hemisferio nuestro; y tal vez,
por huir de él, dejó aquí un lugar vacío

126 que aparece de este lado, y para arriba remonta.
Lugar hay allí abajo, de Belcebú bien remoto,
tanto cuanto la tumba se extiende,

129 que no vemos, sino por el rumor percibimos
de un arroyuelo que aquí desciende
por el hoyo de una piedra, que él ha roído,

132 con sinuoso curso y de pendiente poca.
El Conductor y yo, por ese camino escondido,
entramos a retornar al claro mundo;

135 y sin cuidarnos de reposo alguno,
subimos, él primero y yo segundo,
tanto que vi las cosas bellas

138 que lleva el Cielo, por un resquicio redondo.
Y entonces salimos a rever las estrellas.

Dante Alighieri, Divina Comedia, Cántico I “Infierno”, Canto XXXIV.

Cristóbal Colón haciendo mediciones sobre un globo terráqueo. Como demuestra la pintura de la época, la teoría de la esfericidad de la Tierra no era nueva.

En los siglos XIV y XV, un libro titulado Los viajes de sir John Mandeville, escrito por el mismo Mandeville (llamado también Jean de Bourgogne), se hizo muy popular y fue uno de los más leídos de su época.

El autor no era un verdadero viajero sino un divulgador literario que presentaba como suyos los relatos obtenidos de viajeros auténticos. En su crónica aparece la descripción de una estatua ecuestre del emperador Justiniano que se encontraba frente a la catedral de Santa Sofía, en Constantinopla.

El emperador llevaba en la mano una manzana “para simbolizar su dominio sobre toda la tierra”, escribe el autor, y añade: “la cual es redonda”. El libro data del año 1360.

El Surya Siddhanta o “Sistema del Sol”, entretanto, es un tratado hindú de astronomía que forma parte de los cinco Siddhantas (sistemas astronómicos) cuyo origen se puede ubicar alrededor del año 400 d.C.

Es la obra de Surya, el dios Sol, y está escrito en verso, en estrofas épicas. En este texto se dice de nuestro mundo que: “en todos sitios de la esfera, los hombres creen que su lugar es arriba. Pero dado que se trata de una esfera en el vacío, ¿cómo puede haber un abajo y un arriba?”.

El Corán, por su parte, aporta la siguiente cita:

“Él ha creado los cielos y la tierra en verdad. Él enrolla (envuelve) la noche en el día, y envuelve el día en la noche” (Corán 39:5).

El término árabe que se traduce como “enrollar” o “envolver” es takwir. En español significa “hacer que una...