El Secreto de Cristóbal Colón - Las claves de la identidad de Colón, el tesoro perdido de los Templarios, la piratería y el origen de la masonería en América.

von: David Hatcher Childres

Nowtilus - Tombooktu, 2010

ISBN: 9788497632324 , 256 Seiten

Format: ePUB

Kopierschutz: Wasserzeichen

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Preis: 7,99 EUR

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El Secreto de Cristóbal Colón - Las claves de la identidad de Colón, el tesoro perdido de los Templarios, la piratería y el origen de la masonería en América.


 

No te dieron tiempo para aprender.
Te dejaron allí y te dijeron cuáles eran las normas.
La primera vez que te cogieron desprevenido te mataron.

ERNEST HEMINGWAY, Adiós a las armas

El mito del buen salvaje es una chorrada.
La gente nace para sobrevivir.

SAM PECKINPAH

 

 

UMIENTRAS REALIZABA LABORES DE INVESTIGACIÓN HISTÓRICA y arqueológica para mi serie de libros Ciudades perdidas, empezaron a interesarme los caballeros templarios, las sociedades secretas y los viajes precolombinos a América. Cuando descubrí que gran parte del folclore moderno sobre los piratas tenía su origen en las historias sobre la flota perdida de los templarios, me hizo mucha ilusión intentar encontrar la relación entre dos de mis temas favoritos. Decidí seguir investigando.

Cualquier estudio sobre Colón debería empezar por los comienzos de la piratería, pero ¿de qué época estamos hablando? Como veremos a continuación, hay numerosas pruebas que indican que podría tratarse de una época muy temprana. Es más, podríamos conjeturar que la piratería se remonta a los comienzos mismos de la navegación.

Un tema sobre el que también se especula mucho es la cronología del desarrollo y la utilización de técnicas de navegación. Según los historiadores más ortodoxos, aunque el hombre primitivo tuviese embarcaciones y capacidad para pescar, el desarrollo de técnicas de navegación más complejas se produjo mucho después. Este punto de vista presenta a nuestros antepasados más primitivos como simios faltos de imaginación y temerosos del mar. Nuestra reconstrucción del pasado se basa en gran medida en cómo percibimos dicho pasado y a los seres humanos que vivieron en esa época. Si nos imaginamos al hombre primitivo como un explorador curioso e ingenioso, la idea de que no se interesase por el mar se nos antoja ridícula. A mi entender, el hombre se hizo a la mar muchos miles de años antes de lo que se suele creer.

Teniendo en cuenta que dos terceras partes de la superficie del planeta están cubiertas de agua, la capacidad de aprovecharse de dicho medio con ayuda de instrumentos de flotación como balsas, canoas, botes y barcos se le hubo de presentar al hombre como algo ventajoso.

Mares, ríos y lagos eran las autopistas de la Antigüedad. Bajar flotando por el río hasta una ciudad portuaria situada donde el río desemboca en el lago o en el mar sería mucho más sencillo que recorrer esa distancia por tierra. Viajar en barca bordeando la costa o la orilla de un lago sería indudablemente más rápido y seguro que atravesar poblaciones potencialmente hostiles o toparse con salteadores de caminos. Una vez demostrada la eficacia del viaje por agua, ¿qué le impedía al hombre surcar el mar para procurarse comida y comercio?

Pruebas de tráfico transoceánico en la Antigüedad

LOS HISTORIADORES MODERNOS SOSTIENEN que los continentes se poblaron gracias a tribus migratorias que se desplazaban en todas direcciones. Es muy posible que las dos Américas, Australia e incluso algunas islas de Indonesia fuesen colonizadas tras acceder a ellas a través de puentes de tierra firme. Pero ¿por qué limitar las exploraciones del pasado obligando a nuestros ancestros a cruzar los océanos por puentes de tierra firme?

Historiadores y arqueólogos consideran a la navegación uno de los puntos de referencia más tempranos de la civilización, y la fecha en que comenzó a utilizarse tan importante técnica no cesa de retroceder en el tiempo. Basta con decir que la navegación transoceánica tal como la conocemos actualmente lleva practicándose más de 6.000 años.

El Mediterráneo Oriental.

Un equipo de arqueólogos de la Universidad de Sidney en Australia, sostiene que las pruebas de la existencia de técnicas de navegación avanzada guardan relación directa con el hallazgo de huesos humanos de 30.000 años de antigüedad en una cueva submarina en la isla de Nueva Irlanda, al este de Papúa-Nueva Guinea, en el Pacífico. Según estos arqueólogos, aquellos hombres tuvieron que llegar a Nueva Irlanda por mar, pues no pudieron haber cruzado por ningún puente de tierra conocido.20

Existen pruebas irrefutables de que polinesios y micronesios surcaron vastas extensiones oceánicas en canoas con balancín: recorrieron más de tres veces la distancia entre África y Suramérica y poblaron las islas del Pacífico. Si los polinesios y otras culturas consiguieron atravesar enormes distancias oceánicas hace miles de años, ¿por qué los historiadores modernos se empeñan en hacernos creer que Cristóbal Colón fue el primero en cruzar el Atlántico?

Casi todo el mundo conoce la hipótesis que defiende que los vikingos llegaron con sus embarcaciones a Groenlandia y a la península del Labrador hace unos mil años, y los logros de Lief Erikson cada vez cuentan con más aceptación. Pero ¿es posible tomarse en serio propuestas más radicales, según las cuales unos monjes irlandeses podrían haber llegado a Norteamérica hace dos mil años, al igual que pudieron haberlo hecho antes pescadores vascos y portugueses, exploradores fenicios, griegos y romanos, buscadores de oro hebreos y comerciantes egipcios?

¿Imposible? ¿Por qué? ¿Tan infranqueable es el Atlántico? Se ha demostrado que no: hay quien lo ha cruzado en botes de remos, kayaks y hasta en simples balsas. Los antiguos navegantes del Mediterráneo se servían de embarcaciones muy superiores a las utilizadas por Colón para cruzar el Atlántico. ¿Por qué no pudieron haber emprendido un viaje transoceánico? Colón, en su segundo viaje al Nuevo Mundo, descubrió los restos de un barco europeo naufragado en la isla de Guadalupe, en las Indias Occidentales francesas.49

Para algunos historiadores, las pruebas de que los exploradores de la Antigüedad llegaron a América son abrumadoras. En 1976 José Roberto Teixeira, un submarinista brasileño, pescando cerca de un islote situado a poca distancia de la isla de Gobernador –en la bahía de Guanabara, cerca de Río de Janeiro– encontró tres ánforas romanas intactas en una zona en la que se habían hallado restos de varios naufragios, algunos de ellos fechados en el siglo XVI. Según contó, el lugar del descubrimiento estaba lleno de fragmentos de cerámica y de pedazos más grandes de otras ánforas.

El Instituto Brasileño de Arqueología se interesó por las ánforas y envió fotografías a la Smithsonian Institution, donde fueron identificadas como romanas. Más adelante, la profesora Elizabeth Lyding Will, del Departamento de Clásicas de la Universidad de Massachusetts-Amherst, determinó que las ánforas databan del siglo II o I a.C, «… parecen haber sido fabricadas en Kuass, antiguo puerto de Zilis (Dchar Jdid) en la costa atlántica de Marruecos, al suroeste de Tánger». El arqueólogo que dirigió las excavaciones en Kuass, el profesor Michel Ponsich, coincide con Will en el lugar de fabricación, y fecha las ánforas en el siglo II a.C.49

Antiguo barco griego. Abajo: Disposición de dos hileras de remos.

El arqueólogo estadounidense Robert Marx, especializado en excavaciones submarinas, localizó una estructura de madera en el fondo enlodado de la bahía mientras investigaba el yacimiento próximo a Río de Janeiro. Gracias al sonar, Marx descubrió que en la zona había restos de dos naufragios: el de un barco del siglo XVI y otro supuestamente más antiguo, que era de donde procedían las ánforas.

Pero los problemas comenzaron antes de que Marx pudiese sumergirse para investigar el yacimiento. A las autoridades brasileñas no les entusiasmó la idea de que un barco romano hubiese naufragado frente a sus costas, cuando España y Portugal siguen disputándose el descubrimiento de Brasil. Llegaron a acusar a Marx de ser un agente italiano enviado para generar publicidad favorable a Roma. Las autoridades brasileñas se vieron presionadas a negarle a Marx el permiso para seguir investigando, y acabaron prohibiéndole la entrada en el país.

Marx pensaba que el barco pudo haber sido desviado de su rumbo en el curso de una tormenta. Después de todo, ¿no se han hallado restos de naufragios de barcos romanos cerca de las Azores, en mitad del Atlántico? Enseguida veremos que muchos de estos contactos con América se produjeron accidentalmente. Sólo en el último siglo se han producido más de 600 travesías transatlánticas forzosas, pues barcos y balsas han sido arrastrados por el viento durante una tormenta. Personalmente, no creo que los romanos se presentasen en la carioca...